Crónicas dramáticas (I)

 

Carpón Bronce pulido y patinado J.Lillo Galiani

Carpón
Bronce pulido y patinado
J.Lillo Galiani

También los artistas, sobre todo pintores, dejaron testimonio gráfico de lo acaecido en su época u otros tiempos pasados, a modo de crónicas periodísticas más o menos veraces. Entre ellos, plasmaron hechos violentos, en muchas ocasiones, producidos por la política o como consecuencia de ésta que suele llevar consigo la ambición y consecución del poder. En unos lienzos más que en otros, ha corrido, corre o se intuye que correrá la sangre. Actos violentos causados por la sinrazón humana que, a pesar de ocurridos, nunca sirven de enmienda o rectificación.
El romántico Eugène Delacroix (1798-1863) describe en su dramático a la vez que bellísimo lienzo, La muerte de Sardanápalo, Museo del Louvre, el fin de este rey de Nínive que, viéndose acosado por Asurbanipal prefiere matar sus esclavas y destruir sus riquezas antes de que éste se apodere de ellas y su palacio.
De todos es conocida la muerte de Viriato, azote de los romanos, por tres de sus hombres de confianza. José de Madrazo (1781-1859), recrea su asesinato en un magnífico lienzo neoclasicista que se exhibe en el Museo del Prado. Tendido en el lecho, el caudillo lusitano muerto, suscita la ira, el dolor y el desconsuelo de sus fieles seguidores.
Siguiendo con los artistas neoclásicos, fueron varios los que pintaron la terrible muerte de Catón “el joven”. Enemigo y opositor de Julio Cesar, prefirió arrancarse las entrañas a aceptar la clemencia del emperador. Pierre Guérin (1774-1833) lo narra en su lienzo La muerte de Catón. Una escultura de Jean Baptiste Roman (1792-1835), en el Louvre, muestra a Catón con un cuchillo en la mano a punto de darse muerte.
Curiosamente, no sospechaba este emperador que acabaría de manera no menos trágica. En el Museo Karlsplatz de Viena se exhibe La muerte de Julio César de F.H. Fuger (1751-1818). Los conspiradores empuñan en alto los cuchillos que de inmediato caerán sobre el cuerpo del alopécico emperador. Vicenzo Camuccini (1771-1844), describe el mismo asesinato en otro lienzo, de parecido dramatismo, expuesto en el museo de Capodimonte, Nápoles.
En El suicidio de Séneca, Museo de Bellas Artes de Jaén, Manuel Domínguez Sánchez (1840-1906) muestra el cadáver del filósofo cordobés en su bañera, acompañado de los suyos. Empujado a cortarse las venas por su antiguo alumno, el nefasto emperador Nerón.