Martirios y otros

 

"Ciervo echado" Piedra reconstituída Lillo Galiani

«Ciervo echado»
Piedra reconstituída
Lillo Galiani

El cliente, casi siempre la iglesia, les pedía realismo. El lienzo debía inspirar entre los fieles respeto, temor, desasosiego, y, en muchos casos, verdadero miedo. Así reforzarían la convicción del creyente con ejemplos ejemplarizantes y excesivamente gráficos. Muy común es la representación de Cristo en la cruz y no causa sobresalto por su cotidianidad. No es lo mismo si se echa un vistazo a la iconografía religiosa y sus mártires que lo fueron por mantener su fe y cuya muerte fue, casi siempre, atroz. Y como muestras vayan algunos botones de estos martirios que representados por maestros consumados, con la técnica del óleo, nos los ofrecieron explícitos y con todo lujo de detalles.
En el cuadro Martirio del obispo San Livinio, de Rubens, actualmente en el Museo de BB. AA. de Bruselas, puede verse a uno de los verdugos empuñando unas tenazas con la lengua que acaba de arrancar al santo para echársela a los perros. De las muchas representaciones del martirio de San Lorenzo, existe una del maestro Tiziano en una iglesia de Venecia. El Santo está sobre la parrilla incandescente mientras un verdugo le empuja con una vara y otro, agachado, aviva el deslumbrante fuego. De las menos dramáticas, es la Lapidación de San Esteban, de un desconocido Rembrandt, en el museo de Bellas Artes de Lyon, Francia; varios verdugos sostienen en alto enormes piedras para lanzarlas al Santo; aun no ha corrido la sangre. En el Martirio de San Erasmo, de Nicolás Poussin, los intestinos del mártir son extraídos con un torno al que se ha atado un extremo. Gaspar de Palencia representa el Martirio de Santa Águeda, Museo de BB.AA. de Bilbao, de forma explícita y aterradora, dos verdugos cortan los pechos con sendos cuchillos. Dos versiones nos muestra el Greco del Martirio de San Sebastián; una en la catedral de Palencia y otra en el Prado. Curiosamente, muchos pintores aprovecharon este tema para recrearse en la representación del cuerpo humano masculino; la versión de Palencia muestra un bello cuerpo al que sólo le atraviesa una flecha.
Fuera del martirologio, los artistas representaron otros hecho bíblicos terribles en los que la sangre (bermellón mezclado), corre en tal abundancia que, posiblemente, hiciera las delicias de Tarantino. En el Museo de arte de Frankfurt se exhibe el Cegamiento de Sansón, del ya citado Rembrandt; un soldado de tenebrosa armadura negra, le introduce en un ojo la hoja de un cuchillo hasta la mitad, si se observa el pie derecho del forzudo israelita, lo muestra con los dedos agarrotados hacia delante, efecto del fortísimo dolor recibido. En la Decapitación de Olofernes, Galería Nacional de Arte Antiguo, en Roma, de Caravaggio, Judith agarra con la mano izquierda la cabeza por los cabellos mientras que con la diestra empuña la espada con medio cuello cortado y un chorro de sangre, a presión, mana del general asirio.
No escapa la mitología a las pinturas sobrecogedoras como Saturno, (de Rubens y unas de las pocas telas de este pintor en España), Museo del Prado; en la que el dios de la mitología romana, levanta la carne del pecho de un hijo de una terrorífica dentellada. La versión de Goya, también en el Prado, no es menos sangrienta. Para terminar, Zeus castiga a Prometeo encadenándolo a una roca, un águila le come el hígado, diariamente, a picotazos pero la víscera se regenera y el animal sagrado de Zeus repite la acción. Rubens explica este atroz castigo en su lienzo Prometeo encadenado del Museo de Filadelfia.