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"Duende de la viña" Bronce  J. Lillo Galiani

«Duende de la viña»
Bronce
J. Lillo Galiani

Hace unos meses regalé a una amiga de mi mujer un llavero de bronce consistente en una pequeña media pámpana y racimo. Con un modelo realizado por mí, encargué sólo una veintena de copias porque, dado su proceso artesanal y siendo para obsequio, resultan caros. De tal manera, los fui regalando a conocidos, amigos y en determinadas ocasiones. Al dorso de la pámpana mandé grabar mi nombre, profesión y teléfono; así quedaban convertidos en una broncínea tarjeta de visita muy original pero prohibitiva por lo dicho antes.
La amiga llamó a mi mujer muy disgustada por dos motivos. Había perdido las llaves y, lógicamente, con ellas el muy apreciado llavero. Llamaba por si cupiese la remota posibilidad que alguien, al encontrarlo, llamara al teléfono grabado en el dorso. Pensé que, por mi experiencia, las llaves podría recuperar las pero el llavero probablemente no. Y es que, hace mucho tiempo tuve yo un llavero también de bronce, fundido por mí, representando un pequeño pene erecto con su correspondiente contrapeso testicular. Iba suspendido por la cadenita de tal manera que se mantenía horizontal. Como quiera que lo llevaba con las llaves del coche, cuando iba conduciendo, el pequeño pero enhiesto símbolo de Príapo, se balanceaba provocativamente con movimientos procaces hacia delante y atrás como si pidiera guerra; lo cual me causaba cierto embarazo cuando, en ocasiones, llevaba algún alumno a su casa al salir de clase o me acompañaba una compañera. Para evitar estas situaciones, lo regalé a mi cuñado que lo aceptó encantado de poseer un llavero tan original y casi único porque sólo fundí dos ejemplares. Pero un día extravió las llaves y al poco tiempo las encontró pero sin el erótico llavero.
El otro día nos hizo saber que había encontrado las llaves y contó de qué manera. Se había pasado por el cuartel de la policía municipal pues, sabido es de todos que, al encontrarse alguien algo y si es buen conciudadano, se pasará al citado lugar para entregarlo. Explicó al policía de puerta que había extraviado unas llaves, pero como tal situación no indicaba nada al agente, le proporcionó información complementaria respecto al llavero. Le describió las características del mismo y al instante el policía le dijo que sí, que, efectivamente, había visto ese llavero entre el montón y que se había fijado en aquella pámpana-racimo. A continuación, le dejó una caja donde había muchos de ellos, de todos los colores y características. Comenzó a buscar el suyo y al poco tiempo identificó sus llaves gracias a que una de ellas era muy reconocible por su parte pero no por el llavero porque éste no estaba. Se lo comentó al policía y éste le dijo que lo había visto, pero que “alguien” lo habría cogido. No quiso preguntar más y se marchó con la duda de quién lo separó de las llaves pero con la certeza que alguien las entregó con la pámpana incluida, el policía así se lo había hecho saber al preguntar.
Por suerte para ella aún me quedaba uno y se lo he vuelto a regalar, de manera que nadie me pida otro porque ya se han agotado.