El pintor de los molinos

Feliz espera hierro forjado J. Lillo Galiani

Feliz espera
hierro forjado
J. Lillo Galiani

Una tarde que regresaba el niño del colegio se quedó mirando aquel lienzo apoyado en una de las paredes del bazar cuyo dueño era el padre. Aquel retrato al óleo de una niña, que habían llevado para enmarcar, había llamado poderosamente su atención. Tomó el primer papel que encontró a su alcance y, a su corta edad, se dispuso a copiarlo. Luego lo enseña a su padre que charlaba con un viajante y éste, al ver el entusiasmo del niño, le promete que en la siguiente visita a la tienda, le traerá unos lápices. Cumpliendo su palabra este señor le trae, en el viaje siguiente, su primera caja de pinturas.
Gregorio prieto Muñoz nació en Valdepeñas en 1897 y fue el menor de una familia de nueve hermanos. Pasado apenas un año de su nacimiento, la madre fallece y dos años más tarde el padre contrae segundas nupcias con la que, según el artista, sería para él una madre adorable. La familia se traslada a Madrid cuando Gregorio contaba siete años. Y como ha ocurrido en numerosa ocasiones, tiene que pintar a escondidas porque su padre, muy autoritario, le prohíbe dedicarse a lo que, según éste, era el camino seguro para morirse de hambre. Queda matriculado en la Escuela Industrial de Madrid, para estudiar ingeniería. Pero, tras su fracaso en ésta y en otros trabajos, llega a la Escuela de Bella Artes de San Fernando. El padre se rinde a la evidencia tras la muestras irrefutables de la vocación de Gregorio.
Lleva a cabo su primera exposición en el Ateneo de Madrid y posteriormente le ofrecen exponer en Bilbao. Su exposición obtuvo tal éxito de público, críticas y ventas que a partir de entonces se suceden las exposiciones colectivas e individuales en Barcelona París y Madrid.
Reside en Roma, como pensionado, durante cuatro años. Incansable viajero, visita Grecia y sus islas, Holanda, Suiza, Alemania, escocia y otros países europeos, realizando exposiciones en los mismos. Tras sus idas y venidas, fue en Londres donde residió más tiempo, pasando de penurias a la holgura económica.
De vuelta a España, trabaja incansablemente, son incontables sus trabajos, exposiciones, ilustraciones de libros y otros proyectos. Obtiene múltiples galardones y participa en la Bienal de Venecia.
A largo de toda su vida nunca dejó de pintar molinos de viento. Quizás una referencia al lugar donde nació con ecos cervantinos. Un tema muy querido por el artista que le llevó a fundar en Madrid la Asociación de Amigos de los Molinos de Viento y también a colaborar con otras asociaciones de Holanda y del Inglaterra. También abogó por la conservación de estas evocadoras construcciones en Palma de Mallorca, evitando el derribo de media docena de ellas en la bahía palmesana de es Jonquets. Sus amigos y conocidos fueron grandes pintores, escultores y literatos: Alberti, García Lorca, Neruda, Victorio Macho, Benlliure, Dalí, Picasso…
Murió en su ciudad natal a los 95 años; en ésta se encuentra la Fundación que lleva su nombre, donde pueden admirarse parte de su obra y aspectos de su vida.