Más allá de la formas

"Aguja para coser nubes" Acero cortén e iinox. alto 11 m.José Lillo Galiani

«Aguja para coser nubes»
Acero cortén e iinox. alto 11 m.José Lillo Galiani

Estaba el niño en el taller dibujando frutas. Sin mucha preocupación por las proporciones, había pintado una manzana pero ésta resultaba muy pequeña comparada con las dimensiones de la hoja de papel. El maestro, que era su padre, echándole un vistazo, le reprendió enérgicamente: “¡Debes procurar dibujarla como la ves!” El niño lo miró mientras volvía a trabajar en su lienzo, y muy extrañado pensó que así era como él veía aquella manzana o, mejor dicho, aquella presencia de manzana. Para él no era un objeto físico del que tomar formas y colores reales sino la evocación sobre el papel del lugar compartido por observador y observado. De este modo se enfrentaría siempre a su quehacer artístico.
Alberto Giacometti nació en 1901, en Borgonovo, muy cerca de la frontera italiana. Su contacto con el arte surgió a temprana edad. El vivir en un pequeño lugar escondido en los Alpes suizos, no le mantenía apartado de las corrientes artísticas porque su padre, Giovanni Giacometti era un reconocido pintor postimpresionista y su padrino fue el excelente artista Cuno Amiet, uno de los renovadores de la pintura suiza.

Tras su paso por Ginebra donde estudió pintura y escultura, viaja con su padre a Italia donde queda impresionado por los lienzos de Tintoretto y otros renacentistas. Se traslada a París con veintiún años y para entonces ya había pintado algunos buenos cuadros. El cubismo se imponía y algunos escultores trabajaban formas nuevas como Lipchtz, Laurens o Archipenko, vivió en casa de éste último y conoció a Picasso Braque, Miró y otros poetas y escritores. Se matriculó en la academia independiente la Grande Cahumière, para dibujar con modelo. Su padre le había aconsejado que aún pintando de la forma más libre y atrevida, convenía conocer la realidad que existe fuera del cuadro.

Realiza esculturas cubistas pero pronto se interesa por el surrealismo con el que consigue gran notoriedad. Pero sufre una crisis de creatividad y abandona este movimiento para encerrarse en su estudio y analizar, exclusivamente el rostro humano. Le ayuda su mujer, Annette, modelo paciente que soportaba las largas sesiones de posado mientras el artista no copiaba a ella tal como era, cosa que no hubiese supuesto ningún problema, sino como él la veía.

Son muy conocidas sus figuras alargadas, escuálidas, pequeñas y grandes: Hombre que anda, Hombre con dedo, Hombre atravesando una plaza. Sus esculturas, tras la Segunda Guerra Mundial, fueron recibidas como el hombre emergente tras los desastres de la guerra. En 1948 expone por primera vez en Nueva York. En 1965 se le otorgó el Grand Prix National des Arts del gobierno francés, un año antes de su muerte.