El modelo

Quizás el artista andaba buscando un modelo para su nueva obra monumental y se topó con el apuesto mozo; enseguida pensó que era lo que andaba buscando. Se fijó en sus rasgos, analizó su rostro, observó su torso y le pidió si quería posar. El joven aceptó y el artista volvió otro día, acompañado de un amigo, al pueblo para tomar unos primeros apuntes. Pero con la andorga llena la inspiración acude antes y marchó el artista con su acompañante a yantar. Un amigo mío les indicó un restaurante donde pudieran comer bien. El artista indicó a mi amigo que se quedara a comer con ellos pero éste, perdiendo la grandísima oportunidad de departir con él, declinó la invitación y marchó al restaurante de enfrente, como acostumbra, cual viejo lobo solitario y cascarrabias.
Cuando acabó la comida mi amigo, a través de los cristales, pudo observar como el artista dormitaba tumbado boca arriba, con las piernas encogidas, en un banco de la plaza. Su acompañante permanecía sentado a su lado. Al asomarse a la puerta del restaurante, por si le hubiera ocurrido algo, el acompañante le indicó con gestos que no ocurría nada, estaba dormitando. Al comentarle esto a otro amigo, me dijo que, efectivamente, él también los vio cuando salía con su coche de un aparcamiento y pensó que se trataba de dos mendigos, tomando el sol en la solitaria plaza.
En algunas ocasiones los grandes artistas han sido o son presumidos, antipáticos, pedantes, engreídos, inasequibles y otras cualidades que ayudan a ese halo de gloria que les gusta mantener. A veces, la madre naturaleza también les dotó de belleza y apostura como al arrogante Gustave Coubert, o se han autorretratado con vestimentas pomposas para señalar su posición como Rubens.
Al del banco de la plaza, no. Porque suele ser algo desaliñado; barba de tres días, pantalones caídos, camisa arrugada y, si aprieta el sol, se toca con una gorrilla de propaganda porque su cabello es escaso. De haber sido una hora de más tránsito, quizás el artista hubiera oído el tintineo de alguna moneda al chocar con el banco de dura caliza, dejada caer por algún transeúnte caritativo; ¡a él una moneda! Pero, al parecer, tres cojines le importa la indumentaria. Pasa de ella y actúa como le da la gana. Quizás esta actitud también sea una forma de diferenciarse. Pero hubiera sido curioso que al pasar por su lado alguien lo hubiera reconocido, fotografiado y difundida la foto por whatsapp.
El artista en cuestión, es conocido y reconocido a nivel internacional en las Artes Plásticas. Quiere llevar a cabo un torso masculino gigante, como el realizado para una localidad de Madrid. El modelo, en palabras del acompañante del artista, puede pasar a la posteridad pues su rostro quedaría inmortalizado en bronce.
En el restaurante comieron gachas. Y no digo más.

La fundición

La fundición