El sifilítico

Andaban los dos jóvenes recorriendo Montmartre. Entraban y salían de las tabernas y cafés del barrio más alocado de París; reían sin parar, la noche, como ellos, era joven. Luego buscaron compañía femenina y la encontraron en dos chicas, mercaderas de amor. Al dirigirse al lecho, el artista pidió a su compañero que le cediese su pareja porque le parecía más bonita. Éste, por ver a su amigo contento, se la cambió. Con su deseo de última había jugado, sin saberlo, a la ruleta rusa…
Isidro Nonell Monturiol nació en Barcelona el 30 de noviembre de 1873. Su padre tenía una fábrica de fideos y se opuso rotundamente a los deseos del hijo. Por el contrario, de su madre recibió, secretamente, todo el apoyo necesario para que se dedicara a la pintura. Por ello, profesó a su progenitora un gran cariño constante. Estudió en la academia de Martínez Altés y ya dibujaba caricaturas de personajes importantes de la época. Pero su carrera artística fue un rotundo fracaso, comparable al malogrado Van gogh
Formó parte del “ Grup de Sant Medir” y frecuentaba la tertulia de los “IV gats” a la que también asistía Picasso. Como dijeron sus contemporáneos, Nonell era solitario, callado y humilde; Picasso todo lo contrario, pedante y acompañado de numerosos prosélitos que le reían sus ocurrencias, por lo que las relaciones que mantuvieron fueron frías. Enemigos, ambos de los movimientos artísticos de aquel tiempo, marcharon, por la misma época, a París. Picasso se quedó y llegó a la cumbre. Él hubiera podido triunfar igualmente, pero regresó a Barcelona.
La causa de su regreso fue un desgraciado accidente que marcó su vida. Oficialmente, el artista dejó su corta existencia a causa del tifus. Pero también es cierto que el origen de su muerte fue aquella noche de alcohol y amor pagado en la que el pintor contrajo la sífilis en la ciudad de la luz. Una enfermedad que, a la sazón, presentaba dificultades para su curación.
Su desgracia personal, la precariedad económica y el tratamiento de la enfermedad, le agriaron el carácter. Su pintura realista y abrupta, no fue reconocida por el público. Tuvo que ganarse la vida colaborando con sus ilustraciones en algunas revistas. Pero el Artista seguía pintando con el mismo ahínco y tesón. La normalidad en Nonell fue el no vender sus obras. Al certamen oficial, celebrado en el Palacio de Bellas Artes, había enviado diez lienzos. El jurado le rechazó ocho y sus miembros declararon, oficiosamente, que le habían admitido dos por lástima y conmiseración. Su pintura fue denostada en todos los ámbitos sociales, de arriba y de abajo. Se convirtió en un ser marginal, aislado, misterioso, errante, sin posibilidad de solución.
Al morir en febrero de 1911, con tan sólo treinta y ocho años. Precisamente la impresión del fracaso de su obra y de su desgraciada existencia, causaron efecto en sus contemporáneos. Sus pinturas fueron analizadas con detenimiento, éstas y su nombre subieron a velocidad vertiginosa, comenzaron a ser muy disputadas y a cotizarse cada vez más. Los ocho lienzos rechazados en el certamen de Bellas Artes fueron la flor de su trabajo. Por fin se había descubierto al pintor de las magistrales naturalezas muertas, de los expresivos dibujos, de las pinturas crudas y reales con personajes de marcado carácter y el que, postreramente, arrastró un gran número de seguidores. Todo ello a cambio de un precio muy alto, su temprana y desgraciada muerte.

Dibujo a lápiz de  J. LIllo Galiani

Dibujo a lápiz de J. LIllo Galiani