Por los mares del Sur

“En estos momentos carezco de valor y de recursos… Todos los días me pregunto si no sería mejor ir al granero y ponerme una soga al cuello. Sólo la pintura me detiene”. Cavilaciones del artista a los treinta y seis años, en precaria situación económica y alejado de su familia que casi le había abandonado.
Eugène Henri Paul Gauguin nació en 1848, en la calle Notre Dame de Lorette, en el celebérrimo barrio parisino de Montmartre. Su madre descendía de una noble familia española trasladada a Perú en tiempos de la conquista de América. Su padre era periodista político de “Le National”. Muerto el padre, y tras un tiempo en Perú acogidos por un tío rico en lima, viajan a Nueva Orleans a casa de otro familiar y, por último, regresan a París. Tras un breve periodo como marinero, trabaja en una agencia de cambio, lo que le permite vivir con cierta holgura. Visita las exposiciones de pintura y compra obra de Cézanne, Monet, Sisley, Renoir y otros impresionistas. Se interesa por la práctica de la pintura y sigue unos cursos con el académico Colarossi. Conoce a la joven danesa Mette Sophie Gad con la que contrae matrimonio. En 1879 nace Clovis, su primera hija y es invitado a exponer una escultura en la exposición de los impresionistas. En la siguiente muestra presentó cocho pinturas con cierta oposición de Renoir y Monet que le consideran, todavía, un principiante. Su creciente afición por la actividad  pictórica le acarreó las protestas de su mujer que se quejaba del incumplimiento de sus deberes familiares.
En 1883, debido a la crisis financiera de la compañía donde trabajaba, Gauguin pierde el empleo y decide, con la oposición de su mujer, dedicarse de lleno a la pintura. Los malos resultados obtenidos con el arte hacen que su mujer y los cinco hijos, marchen a Copenhague junto a su familia. Su situación económica es tan deplorable que se ve obligado a vender dos cuadros de su colección y a trabajar pegando carteles por cinco francos al día. Viaja a Bretaña donde quiere encontrar nuevos motivos donde inspirarse y convivir con otros pintores.
En 1887 Gauguin deja Francia, considerando que allí no haría carrera, y se embarca hacia el golfo de Panamá para vivir, según él, “como un salvaje”. Pero la suerte tampoco le acompaña. Ha de trabajar como bracero en las obras del Canal de Panamá. Cae enfermo de malaria y casi sin recursos, decide volver a Francia. A pesar de su enfermedad, trae consigo una docena de pinturas y numerosos dibujos.
En 1888, Vincent van Gogh le propone pintar juntos en Arles. Tras varias semanas de convivencia inestable por la diferencia de caracteres y puntos de vista sobre la pintura, Gaugin se marcha. Van Gogh, desesperado en su soledad, lleva a cabo el conocido y luctuoso episodio en el cual se corta el lóbulo de la oreja izquierda y se lo entrega a Rachel, una prostituta a la que visitaba. Gauguin nunca  volvió a verlo, no obstante, cuando el desequilibrado pintor se suicidó, Gauguin sufrió una crisis nerviosa, pues a pesar de sus diferencias sentía un gran aprecio por él.

“En estos momentos carezco de valor y de recursos… Todos los días me pregunto si no sería mejor ir al granero y ponerme una soga al cuello. Sólo la pintura me detiene”. Cavilaciones del artista a los treinta y seis años, en precaria situación económica y alejado de su familia que casi le había abandonado.  Eugène Henri Paul Gauguin nació en 1848, en la calle Notre Dame de Lorette, en el celebérrimo barrio parisino de Montmartre. Su madre descendía de una noble familia española trasladada a Perú en tiempos de la conquista de América. Su padre era periodista político de “Le National”. Muerto el padre, y tras un tiempo en Perú acogidos por un tío rico en lima, viajan a Nueva Orleans a casa de otro familiar y, por último, regresan a París. Tras un breve periodo como marinero, trabaja en una agencia de cambio, lo que le permite vivir con cierta holgura. Visita las exposiciones de pintura y compra obra de Cézanne, Monet, Sisley, Renoir y otros impresionistas. Se interesa por la práctica de la pintura y sigue unos cursos con el académico Colarossi. Conoce a la joven danesa Mette Sophie Gad con la que contrae matrimonio. En 1879 nace Clovis, su primera hija y es invitado a exponer una escultura en la exposición de los impresionistas. En la siguiente muestra presentó cocho pinturas con cierta oposición de Renoir y Monet que le consideran, todavía, un principiante. Su creciente afición por la actividad  pictórica le acarreó las protestas de su mujer que se quejaba del incumplimiento de sus deberes familiares.  En 1883, debido a la crisis financiera de la compañía donde trabajaba, Gauguin pierde el empleo y decide, con la oposición de su mujer, dedicarse de lleno a la pintura. Los malos resultados obtenidos con el arte hacen que su mujer y los cinco hijos, marchen a Copenhague junto a su familia. Su situación económica es tan deplorable que se ve obligado a vender dos cuadros de su colección y a trabajar pegando carteles por cinco francos al día. Viaja a Bretaña donde quiere encontrar nuevos motivos donde inspirarse y convivir con otros pintores.  En 1887 Gauguin deja Francia, considerando que allí no haría carrera, y se embarca hacia el golfo de Panamá para vivir, según él, “como un salvaje”. Pero la suerte tampoco le acompaña. Ha de trabajar como bracero en las obras del Canal de Panamá. Cae enfermo de malaria y casi sin recursos, decide volver a Francia. A pesar de su enfermedad, trae consigo una docena de pinturas y numerosos dibujos.  En 1888, Vincent van Gogh le propone pintar juntos en Arles. Tras varias semanas de convivencia inestable por la diferencia de caracteres y puntos de vista sobre la pintura, Gaugin se marcha. Van Gogh, desesperado en su soledad, lleva a cabo el conocido y luctuoso episodio en el cual se corta el lóbulo de la oreja izquierda y se lo entrega a Rachel, una prostituta a la que visitaba. Gauguin nunca  volvió a verlo, no obstante, cuando el desequilibrado pintor se suicidó, Gauguin sufrió una crisis nerviosa pues, a pesar de sus diferencias, sentía un gran aprecio por él.