En las minas de Almadén

En 1909, la Diputación de Tarragona le había concedido, mediante concurso, una bolsa de viaje para completar sus conocimientos sobre arte. El joven , con veinte años y acompañado de su madre, cumplía así el sueño largamente deseado: viajar a Italia. Visitó Roma, Florencia y Nápoles, se extasió con sus monumentos y  confirmó la admiración que sentía por Miguel ángel y Donatello que serían determinantes en el desarrollo posterior de sus esculturas. Completó su viaje visitando París donde también conoció y estudió la obra de Rodin.
Antonio Julio Rodríguez Hernández, conocido por Julio Antonio, nació en Mora de Ebro, Tarragona en 1889. De vocación temprana, sus primeras figuras las realizó con el lodo recogido de las orillas del río. Al trasladarse la familia a Tarragona, comenzó sus estudios artísticos en el Ateneo Tarraconense para la Clase Obrera. Su padre, que era alférez de infantería, hubo de marchar a Cuba y el artista se trasladó con su madre a Barcelona donde continuó su formación con el escultor Feliu Ferrer. En 1903, la familia se traslada a Murcia. En 1907 consigue una beca de la Diputación de Tarragona y se traslada a Madrid. Su madre, muy decidida, consigue que los mejores escultores del momento sean los maestros de su hijo: Benlliure, Querol y Blay. En el Círculo de Bellas Artes conoce al pintor leridano Viladrich con el que mantuvo una relación de hermanos durante su corta vida.
A la vuelta de Italia, se instala con su familia en Almadén, Ciudad Real, famosa por sus minas de mercurio. Su tío, de quién dependían, había sido nombrado interventor de minas en la empresa  que gestionaba las de esta población. Quedó profundamente marcado con el contacto de los mineros y sus familias. Allí comenzó su serie de Bustos de la raza entre los que se encuentran Minera de Puertollano, Mujer de Castilla, María la gitana y Minero de Almadén. En su estudio de Madrid, recibe encargos de retratos y lleva a cabo el monumento a Eduardo Saavedra para Tarragona, el de Goya para Fuendetodos, el dedicado al músico Ruperto Chapí, instalado en el Parque del Retiro y el que le consagró definitivamente como gran artista, el monumento a los héroes de Tarragona.
Fue uno de los artistas renovadores de la escultura española de comienzos del siglo XX. De carácter abierto, se granjeó la simpatía y amistad de numerosos artistas y personajes de su tiempo: Victorio Macho, Julio Romero de Torres, Gómez de la Serna , Ayala, Vázquez Díaz, Ortega y Gasset, Menéndez Pidal, entre otros muchos. Su imparable trayectoria se vio truncada por la temprana muerte acaecida en febrero de1919, a los treinta años, asistido por el Doctor Gregorio Marañón, amigo y admirador de su obra.
Como homenaje, sus amigos promovieron la erección de un busto en bronce sobre pedestal de granito negro en los jardines de la Biblioteca Nacional, modelado por el escultor Enrique Lorenzo Salazar, amigo, discípulo y colaborador del artista.

En 1909, la Diputación de Tarragona le había concedido, mediante concurso, una bolsa de viaje para completar sus conocimientos sobre arte. El joven , con veinte años y acompañado de su madre, cumplía así el sueño largamente deseado: viajar a Italia. Visitó Roma, Florencia y Nápoles, se extasió con sus monumentos y  confirmó la admiración que sentía por Miguel ángel y Donatello que serían determinantes en el desarrollo posterior de sus esculturas. Completó su viaje visitando París donde también conoció y estudió la obra de Rodin.  Antonio Julio Rodríguez Hernández, conocido por Julio Antonio, nació en Mora de Ebro, Tarragona en 1889. De vocación temprana, sus primeras figuras las realizó con el lodo recogido de las orillas del río. Al trasladarse la familia a Tarragona, comenzó sus estudios artísticos en el Ateneo Tarraconense para la Clase Obrera. Su padre, que era alférez de infantería, hubo de marchar a Cuba y el artista se trasladó con su madre a Barcelona donde continuó su formación con el escultor Feliu Ferrer. En 1903, la familia se traslada a Murcia. En 1907 consigue una beca de la Diputación de Tarragona y se traslada a Madrid. Su madre, muy decidida, consigue que los mejores escultores del momento sean los maestros de su hijo: Benlliure, Querol y Blay. En el Círculo de Bellas Artes conoce al pintor leridano Viladrich con el que mantuvo una relación de hermanos durante su corta vida.  A la vuelta de Italia, se instala con su familia en Almadén, Ciudad Real, famosa por sus minas de mercurio. Su tío, de quién dependían, había sido nombrado interventor de minas en la empresa  que gestionaba las de esta población. Quedó profundamente marcado con el contacto de los mineros y sus familias. Allí comenzó su serie de Bustos de la raza entre los que se encuentran Minera de Puertollano, Mujer de Castilla, María la gitana y Minero de Almadén. En su estudio de Madrid, recibe encargos de retratos y lleva a cabo el monumento a Eduardo Saavedra para Tarragona, el de Goya para Fuendetodos, el dedicado al músico Ruperto Chapí, instalado en el Parque del Retiro y el que le consagró definitivamente como gran artista, el monumento a los héroes de Tarragona.  Fue uno de los artistas renovadores de la escultura española de comienzos del siglo XX. De carácter abierto, se granjeó la simpatía y amistad de numerosos artistas y personajes de su tiempo: Victorio Macho, Julio Romero de Torres, Gómez de la Serna , Ayala, Vázquez Díaz, Ortega y Gasset, Menéndez Pidal, entre otros muchos. Su imparable trayectoria se vio truncada por la temprana muerte acaecida en febrero de1919, a los treinta años, asistido por el Doctor Gregorio Marañón, amigo y admirador de su obra. Como homenaje, sus amigos promovieron la erección de un busto en bronce sobre pedestal de granito negro en los jardines de la Biblioteca Nacional, modelado por el escultor Enrique Lorenzo Salazar, amigo, discípulo y colaborador del artista.