El pastor ciclópeo

A poca distancia de la catedral se encontraba el enorme bloque, los niños florentinos jugaban a castillos y caballeros y trepaban a él como a una fortaleza inexpugnable. aquella masa marmórea arrancada de las celebérrimas canteras de Carrara yacía abandonado cual ballena varada y aplastada por su propio peso. Era un tosco paralelepípedo de casi cinco metros de largo con un peso aproximado de veinticinco toneladas. Habían pasado cuarenta años desde que el escultor Agostino di Duccio comenzara a tallarlo, pero al poco tiempo, quizás agobiado por el enorme bloque, abandonó el trabajo dejando tan sólo leves señales de sus herramientas.
Y de nuevo el Gremio de las Artes de la basílica Santa María dei Fiore, acordó volver a contratar un escultor que fuera capaz de tallar una escultura de aquel bloque. Algunos artistas propusieron trocearlo para realizar varios trabajos. Los comitentes se acordaron que el joven Miguel Ángel  lo había solicitado con anterioridad, además ahora le avalaba la fama que había adquirido en Roma por la realización de la Piedad. Tras consultarle, y lejos de amilanarse, el artista les dijo que no era necesario trocear el bloque, él sería capaz de tallar un David del tamaño que le permitiera aquel enorme pedazo de mármol.
El 13 de septiembre de 1501, Miguel Ángel lanzó el primer mazazo al duro bloque de mármol, había comenzado la gigantesca tarea de despertar de su sueño al valiente pastor, futuro rey Judío; el artista tenía, a la sazón, veintiséis años. Tras colocar el bloque en posición vertical, en el mismo sitio donde se encontraba, se construyó un andamiaje alrededor del mismo. Miguel Ángel trabajó incansablemente y en la primavera de 1504 daba por concluida su magna obra. Es conocida la anécdota en la cual, el Magistrado Supremo de Florencia Piero Soderini fue a ver la imponente escultura. tras examinarla quedó encantado de la misma, pero dijo a Miguel Ángel que la nariz le parecía algo grande. El artista observó que, desde la posición del dignatario, la cara se veía desproporcionada. Subió al andamio con el cincel y la maza y, haciendo como que golpeaba la nariz, dejó caer polvo de mármol que previamente había cogido del suelo. Luego preguntó al magistrado qué le parecía, al tiempo que tomándolo del brazo lo retiraba bastante de la escultura hasta un punto de vista idóneo. El alto dignatario quedó plenamente satisfecho.
Antes de su ejecución, se había pensado colocar la escultura en el contrafuerte de la catedral. Pero una vez terminada convinieron en que aquel trabajo tan importante debería lucirse en un lugar menos recóndito. Para decidir su emplazamiento, se consultó a un grupo de reputados artistas entre los que se encontraban Botticelli, Perugino y Leonardo. Y al no ponerse de acuerdo, fue el propio Miguel Angel quien decidió el lugar: la Plaza de la Signoría, junto al Palazzo Vechio, en el corazón de Florencia. Treinta días duró el traslado de la escultura de 4,20 mts de altura, transportada en un artilugio rodante de madera. Inmediatamente, los florentinos tomaron al David como símbolo de la ciudad y embajador cultural de la república. La segura ejecución de la talla, la calidad de su modelado, la impecable técnica y la imaginación del diseño, hicieron del David un trabajo supremo, proporcionando a su creador el afianzamiento en su ya seguro camino hacia la gloria.
En 1873 se decidió que aquella obra no podía permanecer a la intemperie y para su mejor conservación, se trasladó a la Galería de la Academia. Actualmente, el David de la plaza de la Signoría es una réplica exacta del original.

A poca distancia de la catedral se encontraba el enorme bloque, los niños florentinos jugaban a castillos y caballeros y trepaban a él como a una fortaleza inexpugnable. aquella masa marmórea arrancada de las celebérrimas canteras de Carrara yacía abandonado cual ballena varada y aplastada por su propio peso. Era un tosco paralelepípedo de casi cinco metros de largo con un peso aproximado de veinticinco toneladas. Habían pasado cuarenta años desde que el escultor Agostino di Duccio comenzara a tallarlo, pero al poco tiempo, quizás agobiado por el enorme bloque, abandonó el trabajo dejando tan sólo leves señales de sus herramientas. Y de nuevo el Gremio de las Artes de la basílica Santa María dei Fiore, acordó volver a contratar un escultor que fuera capaz de tallar una escultura de aquel bloque. Algunos artistas propusieron trocearlo para realizar varios trabajos. Los comitentes se acordaron que el joven Miguel Ángel  lo había solicitado con anterioridad, además ahora le avalaba la fama que había adquirido en Roma por la realización de la Piedad. Tras consultarle, y lejos de amilanarse, el artista les dijo que no era necesario trocear el bloque, él sería capaz de tallar un David del tamaño que le permitiera aquel enorme pedazo de mármol.  El 13 de septiembre de 1501, Miguel Ángel lanzó el primer mazazo al duro bloque de mármol, había comenzado la gigantesca tarea de despertar de su sueño al valiente pastor, futuro rey Judío; el artista tenía, a la sazón, veintiséis años. Tras colocar el bloque en posición vertical, en el mismo sitio donde se encontraba, se construyó un andamiaje alrededor del mismo. Miguel Ángel trabajó incansablemente y en la primavera de 1504 daba por concluida su magna obra. Es conocida la anécdota en la cual, el Magistrado Supremo de Florencia Piero Soderini fue a ver la imponente escultura. tras examinarla quedó encantado de la misma, pero dijo a Miguel Ángel que la nariz le parecía algo grande. El artista observó que, desde la posición del dignatario, la cara se veía desproporcionada. Subió al andamio con el cincel y la maza y, haciendo como que golpeaba la nariz, dejó caer polvo de mármol que previamente había cogido del suelo. Luego preguntó al magistrado qué le parecía, al tiempo que tomándolo del brazo lo retiraba bastante de la escultura hasta un punto de vista idóneo. El alto dignatario quedó plenamente satisfecho.  Antes de su ejecución, se había pensado colocar la escultura en el contrafuerte de la catedral. Pero una vez terminada convinieron en que aquel trabajo tan importante debería lucirse en un lugar menos recóndito. Para decidir su emplazamiento, se consultó a un grupo de reputados artistas entre los que se encontraban Botticelli, Perugino y Leonardo. Y al no ponerse de acuerdo, fue el propio Miguel Angel quien decidió el lugar: la Plaza de la Signoría, junto al Palazzo Vechio, en el corazón de Florencia. Treinta días duró el traslado de la escultura de 4,20 mts de altura, transportada en un artilugio rodante de madera. Inmediatamente, los florentinos tomaron al David como símbolo de la ciudad y embajador cultural de la república. La segura ejecución de la talla, la calidad de su modelado, la impecable técnica y la imaginación del diseño, hicieron del David un trabajo supremo, proporcionando a su creador el afianzamiento en su ya seguro camino hacia la gloria.  En 1873 se decidió que aquella obra no podía permanecer a la intemperie y para su mejor conservación, se trasladó a la Galería de la Academia. Actualmente, el David de la plaza de la Signoría es una réplica exacta del original.