El selvático


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Subía el muchachito de quince años la cuesta de San Vicente, en Madrid, con los puños y dientes apretados, a punto de saltársele las lágrimas de rabia y refunfuñando con determinación: “¡Triunfaré…, triunfaré…, triunfaré…! Le habían suspendido en el ingreso a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. La Diputación de Salamanca le había concedido una exigua beca. Pero al año siguiente, tras duro trabajo en el Museo de reproducciones instalado a la sazón en el Casón del Buen Retiro, vuelve a examinarse y es admitido. Finalizado el curso le es concedido el Primer Premio de Escultura. Su alegría se torna en protesta y grita por los pasillos de la Escuela: “¡No!, ¡no comprendo el Arte reducido a formas escolásticas!”. Y por su independía y rebeldía, aquel muchacho de cabellera revuelta fue apodado por sus profesores, amigos, enemigos y, quizás también, los envidiosos, El Selvático.

Victorio Macho Rogado nació en Palencia el 23 de diciembre de 1887. Su padre regentaba un modesto taller de ebanistería. Al terminar los estudios de Bellas Artes inicia un periplo por la España norteña y castellana vieja, dibujando magníficamente los hombres y mujeres, de aquellas tierras, que encuentra a su paso: Aldonza Lorenzo, El nieto de Sancho, El campanero, La virgencilla morena, Marinero vasco etc.

Vuelve a Madrid y se instala en un pobre taller en las Vistillas. Comienzos duros y llenos de privaciones. Hasta que un día recibe la visita de los doctores Tapia y Marañón (de éste último llegaría a ser gran amigo) para hacerle el que sería su primer encargo importante: el sepulcro del doctor Lorente para el cementerio y sacramental de San justo en Madrid. El joven e impetuoso escultor impone la condición de que se le deje total libertad de concepción y así queda pactado. Con este trabajo, comienza su carrera ascendente, en 1921 se le invita a exponer su obra en Museo de Arte Moderno. Desgraciadamente por estas fechas su esposa fallece tras un breve matrimonio. Participa en la Bienal de Venecia. Debido a los numerosos encargos se traslada al paseo de Extremadura donde se instala en un taller mejor dotado. Los encargos oficiales son numerosos, entre ellos: Estatua sedente de Benito Pérez Galdós para el Retiro de Madrid, Fuente de Concha Espina en Santander, Fuente de Cajal, Retiro de Madrid, Monumento a Galdós en las Palmas de Gran Canaria, Monumento a José María de Ostos en Puerto Rico, Estatua del conquistador Sebastián de Belalcazar en Colombia, Grupo de la Piedad para Instituto Lorente en Madrid. Su escultura es realista, muy personal, rotunda y de gran fuerza expresiva. Lleva a cabo numerosos retratos en bronce y piedra de famosos músicos, escritores y poetas: Baroja, Madariaga, Cajal, Marañón, León Felipe, Kleiber, Andrés Segovia, Unamuno etc. Pero esta fructífera etapa es interrumpida por la Guerra Civil. Abandona España acompañado de su madre y hermana. Tras una breve estancia en París marcha a Hispanoamérica. En Perú es recibido con grandes honores, realiza el Monumento al almirante Grau, otorgándosele el título de Comendador de la Marina del Perú. Instalado en Lima sigue realizando encargos como el Monumento a Simón Bolívar para Venezuela o el Monumento a Belisario Porras para Panamá. En 1951 se casa, con Zoilita Barrós Conti, joven e ilustre dama peruana. Al año siguiente, regresa a su añorada España. Se instala en su casa-taller de Toledo, Roca Tarpeya, un magnifico emplazamiento cortado a pico sobre las aguas del Tajo, un sueño que acariciaba hacía años. Al llegar a Barajas y tras besar la tierra, comentó emocionado a los amigos que le recibieron: “Hay que estar loco, loco por España, para hacer lo que yo hice en Lima, en pleno triunfo, lugar donde al fin tenía cuanto había soñado, y más. Pero loco estaba: desenterré a mis muertos, embalé mi obra y, apoyado en Zoililla, crucé el mar. Fue toda una aventura de la que no sé si aún estoy arrepentido…”.Victorio Macho murió en su casa-taller de Roca Tarpeya en 1966.