Rotondas


/* Style Definitions */
table.MsoNormalTable
{mso-style-name:»Tabla normal»;
mso-tstyle-rowband-size:0;
mso-tstyle-colband-size:0;
mso-style-noshow:yes;
mso-style-parent:»»;
mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt;
mso-para-margin:0cm;
mso-para-margin-bottom:.0001pt;
mso-pagination:widow-orphan;
font-size:10.0pt;
font-family:»Times New Roman»;
mso-ansi-language:#0400;
mso-fareast-language:#0400;
mso-bidi-language:#0400;}

Quien circule por primera vez por la carretera que une Manzanares con Alcázar de San Juan, por cierto e inexplicablemente de trazado sinuoso en muchos tramos siendo un territorio totalmente llano, podría pensar, desde la lejanía y en un determinado punto de la misma, que se están llevando a cabo obras debido a la presencia de maquinaria pesada. Pero llegando a dicho punto puede comprobarse que tales obras no existen. Es un cruce perpendicular con otra carretera y en cuya intersección se construyó una gran rotonda en la que se colocaron unas apisonadoras para que decorasen el enorme círculo.

Cuando en las ciudades comenzaron a construirse rotondas para aligerar y descongestionar el tráfico, estos espacios se utilizaron y se utilizan, ya menos, para colocar esculturas o monumentos con la finalidad de embellecer y al mismo tiempo homenajear a personas, personajes y entidades públicas o privadas cuyas actividades redundan en beneficio de la sociedad; también para rememorar actividades pasadas, hechos históricos o plasmar señas de identidad de esa ciudad. Llegó a polemizarse sobre si estas esculturas no distraerían la atención necesaria para conducir un vehículo e, incluso, se barajó la posibilidad de prohibir dichas instalaciones para evitar lo comentado. Pero pasado el tiempo se comprobó que nunca han ocurrido accidentes, al menos de importancia, en estas circunferencias concéntricas, a no ser la propia escultura la que pudiera ocasionar algún incidente, como ocurrió hace poco en una rotonda de Castellón en la que la enorme escultura del artista Ripollés se vino abajo, sin mayores consecuencias porque la longitud de la misma era menor que las dimensiones de la rotonda, por lo cual cayó dentro de la misma.

Ahora debido a la dolorosísima (no utilizo la estúpida y pija expresión “súper dolorosa”) crisis que padecemos, los ayuntamientos o quizás los responsables del ramo, estrujaron el magín y llegaron a la conclusión de que si no podían colocar esculturas debido a la situación paupérrima de las arcas municipales, ornarían estos espacios circulares de otra manera… Como es lógico, la actividad escultórica se ha resentido como cualquier otra o quizás más porque una escultura, aún con los más loables propósitos ornamentales y estéticos, nunca es totalmente necesaria. Pero en sustitución de obras de arte, se ha dado en colocar artefactos con más o menos acierto, cachivaches de dudoso valor estético y artilugios chocantes, sacados de viejos almacenes, porches o desguaces, elevados todos a la categoría de monumentos; como mucho, algunos se hubieran lucido en un museo etnográfico o de otro tipo y salvo honrosas excepciones, estos trastajos remozados con pintura, pasado el tiempo y sus inclemencias, volverán a ser chatarra olvidada. En uno de estos espacios se colocaron tres piedras cónicas procedentes de un molino de aceite, hubiera bastado con estas bellas formas graníticas pero la pifiaron añadiendo unas cántaras de zinc y un barreño. El arte de una noria, una cosechadora, un tractor antiguo y otras ocurrencias pueden verse al pasar por esos lugares. Rizando el rizo hay una rotonda plantada de vides, se entiende que se llevarán a cabo las faenas pertinentes de apuerco, poda, injerto, abonado, destalle y vendimia de las mismas. También puede admirarse un helicóptero del ejército, al parecer curtido en cien batallas y aterrizado definitivamente en uno de estos círculos; quizás hubiera hecho las delicias de los niños colocado a ras de suelo en un parque. En otro de estos lugares los albañiles han realizado, pacientemente con pequeñas lanchas, las formas de dos tinajas; creo que hubiera sido mejor, más barato y decorativo colocar directamente dos de estos panzudos recipientes de barro para el vino; también una casita a modo de quintería para pitufos, con su zocalillo añil. En una ocasión se pusieron en contacto conmigo para que en una rotonda… Pero, esto es una anécdota que quizás cuente en una próxima ocasión.

Por supuesto mi opinión no es óbice para que estas instalaciones sean del agrado de muchos, cosa natural. Pero insisto, a veces es mejor no caer en lo hortera y chabacano simplemente, como también se hace con buen criterio, ajardinando estos espacios.