El retratista (yII)


…no era un encargo pues su propósito era regalar el cuadro a aquella dama de la alta sociedad. Tras varias gestiones con amigos, consiguió que la joven señora accediese a posar par él. Alquiló un estudio digno de tal modelo y comenzó su cuadro. Al cabo de un año terminaba el lienzo que tituló Madame X. El extraordinario trabajo fue presentado al Salón de París. Pero obtuvo unos resultados totalmente opuestos a los que el artista esperaba.

Aquella sociedad hipócrita quedó escandalizada por aquel cuadro. La modelo posaba con un vestido negro, ajustado y un generoso escote, para más osadía, del hombro derecho caía el tirante. La morbidez de su piel provocaba ocultos, malsanos y lascivos deseos eróticos en los hombres y una corrosiva envidia en las mujeres. Aquella sociedad que ya había visto los desnudos integrales de Manet y Renoir, quedaron escandalizados de aquél lienzo sumiendo a la modelo en el ostracismo social y al pintor en el más rechazado de los artistas de París. La madre de Mme. Gautreau, visitó al pintor en su estudio para rogarle que retirara el cuadro de la exposición ya que su hija se hundiría en la ruina, ignominia y deshonra. De otro lado, le amenazaba con tomar represalias que perjudicarían al pintor. Se negó el artista a retirar el cuadro porque no veía nada obsceno en el mismo, pero en vez de recibir encargos, como había pensado, le cayeron toda clase de invectivas, malas críticas y vituperios. Apenas tenía trabajo, para pagar el alquiler del costoso estudio retrató a la mujer e hija del dueño. Y ante esta incomprensión y menosprecio de su excelente valía, el pintor se marchó de la ciudad del Sena rumbo a la del Támesis.

Con  sus ojos azules claros, porte exquisito, maneras educadas y su inglés más que aceptable, pronto cosecho amistades en Londres. Pero no conseguía encargos de retratos y a punto estuvo de abandonar el arte de la pintura para dedicarse a la música de la que también era experto. Envió  un retrato al certamen de la Real Academia pero fue uno de los menos valorados por la crítica. Al año siguiente volvió con dos cuadros, un retrato con el que esperaba buena acogida y el titulado Carnación, Lily Lily, Rose. Éste como acompañante del retrato y de meno importancia para el autor representaba dos niñas con farolas de papel encendidas a la puesta de sol en un jardín. El retrato fue obviado, en cambio el otro fue celebrado de tal manera que fue adquirido por la Academia para exponerlo en la National Gallery.

No obstante, el artista siguió confiando en sus aptitudes de retratista y poco a poco su destreza técnica y su facilidad para plasmar la personalidad de sus modelos sobre el   lienzo, dieron sus frutos. Personalidades del mundo de la cultura supieron valorar la calidad en el trabajo del artista entre ellos el Nobel de literatura Bernard Shaw y el escritor y crítico literario Henry James. Y debido a sus primeras buenas críticas en la prensa, recibió un inusual encargo. Debería marchar a los Estados Unidos para llevar a cabo el retrato de la esposa del presidente del Museo de Arte de Nueva York. Sin tomar muy en serio la propuesta ni esperar respuesta pidió un precio excesivamente alto por su trabajo: 3.000 dólares de la época. Pero ante su asombro le fue aceptado sin pegas. Cuando hubo terminado el trabajo, le llovían los encargos y permaneció un año en el país de sus padres donde triunfó rotundamente, pero decidió volver a Europa. Le fueron concedidos los títulos de Doctor Honoris Causa en las universidades de Oxford y Cambridge.

Los trabajos le llegaban incesantemente, para atender sus encargos decidió hacer retratos a lápiz  con altísimos precios pero cada vez era más asediado por nuevos clientes. Hasta que cansado y añorando la libertad de sus primeros tiempo, dejo el retrato para dedicarse a los paisajes y escenas callejeras imitando a los impresionistas y saliendo al exterior como ellos. John Singer Sargent murió en Londres en abril de 1925.