El Quijote en el arte (yII)

En el campo de las bellas artes, los personajes del Quijote han sido plasmados en todas las técnicas pictóricas y escultóricas habidas y por haber. Las ilustraciones de la propia novela fueron y son realizadas por dibujantes y pintores, empleando el dibujo a lápiz, carbón, tinta, acuarela, grabado y otros medios mixtos en blanco y negro o color; también en relucientes y policromados vitrales. Puede que las ilustraciones más conocidas sean las del prolífico artista francés Gustave Doré. Quizás algunas de ellas, sobre todo las de campo abierto, sublimadas en exceso, sean poco reconocibles como escenarios naturales manchegos. No así las del pintor e ilustrador Daniel Urrabieta Vierge que en 1896 recorrió los lugares quijotescos descritos por Cervantes y convivió en ventas y posadas con personajes de la tierra. Inspirado en este periplo creó centenar y medio de dibujos para una edición   posterior a su fallecimiento. En 1945 Salvador Dalí ilustra una con dibujos surrealistas y calenturientos como la mente del protagonista. El alemán Gerhart Kraaz, lo hace para el círculo de lectores en 1965. El gran ilustrador Lorenzo Goñi realiza soberbios dibujos en 1967 para la editorial Giner.  En el campo de la pintura, cientos de grandes artistas de todo el mundo han llevado al lienzo al ingenioso hidalgo y demás personajes con sus estilos e interpretaciones: El Maestro Palmero, José Segrelles, Vela Zanetti, Picasso, Moreno Carbonero, Honoré Daumier…

Otro tanto ocurre en escultura; quién no ha visto o visitado el grupo escultórico de la plaza de España de Madrid, obra de Lorenzo Coullaut Valera. De éste luce una réplica en la plaza de España en Bruselas; fue colocada con motivo de la presidencia española en la Comunidad europea. En el Museo del Quijote de Ciudad Real puede admirarse el conjunto de retratos imaginarios que el escultor Garcia Coronado, de Ciudad Real, llevó a cabo de los personajes más sobresalientes de la novela. Muchos pueblos de la Mancha tienen a Don Quijote y Sancho en sus plazas. Pero hablando de arte, no todos pueden considerarse como tales obras. Muchas no llegan ni a los límites de lo razonablemente artístico. A veces rozan lo grotesco y chatarrero. Llevadas a cabo por el mañoso de turno que tiene ciertas habilidades y algunos recortes de hierro a mano. “Pero si eso es muy fácil, tan sólo hay que colocar al esperpento un sombrero de hojalata que le falte un trozo y un largo tubo delgado machacado en la punta y afilado a guisa de lanza”.

En formatos pequeños para regalo se repiten hasta la saciedad en peltre, yeso pintado, cerámica y ahora resina de poliéster. Desafortunados Sanchos con herniadas panzas y Quijotes más allá de los cánones de Domenico Theotocopoulos. Quizás algunas buenas tallas de madera en el modelo original pero repetidas en tornos copiadores a cientos. También en bronce pero fundidos miles de ejemplares con un solo modelo y en series ilimitadas.

En nuestra ciudad dejó el gran escultor Venancio Blanco  un magnífico,  broncíneo y expresionista Quijote a caballo. En la misma avenida una Alegoría de la Batalla de los Molinos y las Armas del Caballero a escala ciclópea, único monumento, que se sepa, en que sólo aparecen “Mis arreos son las armas…” del hidalgo y cuyo autor escribe estas líneas; del mismo, en nuestro vecino pueblo de La solana, otro Quijote en estatua ecuestre y lanza horizontal sobre la cabeza saluda o desafía, no se sabe, a los viajeros que llegan de Manzanares; y en Alcázar de San Juan, a tamaño natural, en bronce y sentado en el borde de un pilón, cesa su lectura nuestro hijo de algo para observar a su gato que ha apoyado sus patas delanteras en la pila de libros que mantiene a su lado.