Anécdotas político-artísticas
Recientemente un amigo me prestó el libro titulado “Las anécdotas de la política, de Keops a Clinton”. Editorial Planeta. 2004, y cuyo autor es el ya desaparecido Luis Carandell, experimentado y notable profesional en todos los campos del periodismo; también fue cronista parlamentario en nuestra incipiente democracia, además de escritor. Lo leí de dos tirones pues es ameno y muy divertido, por lo que recomiendo su lectura. En este libro su autor recoge 498 anécdotas referidas, como indica el título, a la política, algunas ya conocidas por mí.
Y como quiera que siempre hay que andar buscando, rebuscando, escuchando, espigando y husmeando para conseguir datos y material, entre este medio millar de anécdotas encontré seis que, además de referirse a hechos y avatares políticos, tienen al arte como telón de fondo habiéndolas encontrado, por tanto, oportunas para esta columna. Ya conocía la referida a la hermana de Napoleón pues su vida queda reflejada en el libro Paulina Bonaparte la Venus Imperial de François de la Cote. De manera que son cinco las “sustraídas”. Una vez adaptadas paso a ofrecerlas, en la certeza de que mi admirado Luis Carandell, allá en el Parnaso de los periodistas y escritores ilustres, me ha concedido licencia. (Esta semana dos, las cuatro restantes en la siguiente entrega).
La Venus Paulina
Paulina Bonaparte, hermana menor de Napoleón, fue una mujer muy bella, adelantada a su tiempo y libre de prejuicios. Estuvo casada en dos ocasiones y fue muy famosa por sus ajetreos amorosos pero también por su generosidad. Quedó inmortalizada en níveo mármol de Carrara por el escultor Antonio Canova. Para ello, Paulina hubo de posar, semidesnuda, durante varia sesiones. Cuando la obra estuvo acabada, provocó admiración y escándalo (actualmente se encuentra en la Galería Borghese en Roma). Una dama, con solapada intención, preguntó a Paulina si no se había sentido molesta al posar desnuda para el artista. Pero ésta, con premeditada ingenuidad, respondió: ‹‹ ¡Al contrario, querida! En el estudio del señor Canova disfruté de una temperatura muy agradable››.
Una estatua para el señor marqués
En un pueblo de la Provincia de León, regido por los seguidores del político demócrata García Prieto, marqués de Alhucemas, surgió la idea de llevar a cabo la erección de un monumento en honor del político. Los fondos para sufragar la escultura provendrían de una suscripción popular. Los ediles de aquel ayuntamiento se encontraron frontalmente con la negativa de los adversarios políticos del marqués, sobre todo los seguidores de Maura. Pero la oposición de los adeptos a Don Antonio era muy débil pues sólo tenían un concejal en el Ayuntamiento. En la sesión donde se discutiría definitivamente aquel asunto, el concejal maurista solicitó intervenir para dar su opinión. El alcalde se negó a concederle el turno de palabra pero accedió cuando el solitario edil le hizo saber que su intención era apoyar la idea. El seguidor de Maura se levantó y con voz grave se dirigió al auditorio: ‹‹Señores, yo estoy de acuerdo en la realización del monumento al marqués; tan sólo pongo una condición…››. ‹‹ ¿Cuál?›› -preguntó impaciente el regidor. Y el concejal, muy en su papel, dijo: ‹‹Que sea una estatua ecuestre… pero sin jinete››.