El mago del lápiz

Le conozco desde que era niño, aunque  Joaquin Morales Molero siempre fue modoso, comedido, afable, responsable y otras cualidades que tienen, o deberían tener, los mayores. Quería hacer Bellas Artes pero la familia, quizás considerando  las dificultades de los artistas para vivir de esta disciplina, le aconsejó  tomar el camino de la docencia y así lo hizo. Pero en  Joaquín ya había germinado la semilla del arte;  cuando tenía trece años ganó su primer premio en un concurso de dibujo. Algunos malintencionados decían que los dibujos se los hacía su madre (pintora). No era cierto y el tiempo demostró que Joaquin sabía y sabe dibujar solo. El lápiz en sus manos es una varita mágica de viejo mago. Posee como nadie los secretos del dibujo, dibuja divinamente  y por eso, nuestro común amigo, Joaquín Brotóns le llama El “divino”.

Pocos tienen oportunidad de acceder a su morada, a su estudio, a su refugio, a su retiro cenobial, rodeado de libros, de obras de arte, de belleza. Oye música, lee y dibuja; dibuja lentamente, sin prisa. Se acerca al caballete y acaricia el papel con el lápiz; toca  y retoca, con parsimonia,  como Leonardo se recreaba, en la tabla de álamo,  pintando su Gioconda. Pero cuando los dibujos salen de sus manos, son  retazos de poesía, de belleza, de vida, de naturaleza, de esperanza. Dibuja viejos y adormilados búhos, mariposas multicolores, alegres gorriones y  tristes jilgueros enjaulados. En el bosque de Joaquín ulula el viento, conversan los pájaros en las ramas de árboles susurrantes con retorcidos troncos y oquedades misteriosas en cuyo interior, seguro, habitan duendes y gnomos, un bosque encantado donde su lápiz  muestra  la secreta entrada de hierro, guardada con sellos arcanos, de los elfos.

Y como grandísimo y completo artista que es, domina todas las temáticas;  con igual maestría  plasma en el papel cálidos, exuberantes y turbadores cuerpos de ninfas, náyades y efebos que rompen la planitud  del soporte y cobran fuerza tridimensional. Para el color, trabaja el pastel; tengo el privilegio de poseer uno, mi sedante y mi relajo. Miro a la noria de cangilones de chapa oxidada, sobre uno de  ellos la urraca otea el horizonte manchego; me acerco sigilosamente, ella me mira  con su agudísimo ojo, observo las plumillas blancas del ave y les soplo esperando que se muevan…A veces temo que un día llegaré al salón y el córvido habrá emprendido el vuelo.

Sería innecesario y tedioso, por extenso, relatar el currículo de Joaquín. Pero ha participado en infinidad de certámenes  nacionales, como el “Penagos” y el Internacional de Dibujo “Fundación Ynglada Guillot”, llevado a cabo exposiciones individuales, ilustrador de libros con temas de naturaleza como “El anillo verde”, de Vázquez Figueroa y “Pájaros de cuentos”, de Cristóbal Zaragoza; trabaja con varias galerías, ha obtenido premios entre ellos dos accesits en el Certamen Nacional de Dibujo Gregorio Prieto, de Valdepeñas ( pocos saben que le requirieron para  dibujar el rostro del pintor recién fallecido). Sin embargo, con méritos más que suficientes y con sobrados merecimientos, nunca le han concedido el premio de este  certamen, estas cosas suelen suceder…

Una vez expusimos juntos, Testimonios, dimos en llamar nuestra exposición; él dibujos, yo esculturas pero con un denominador común: la naturaleza. Como muchos, convenimos en que estamos pagando un precio muy alto por el “progreso”, con una moneda, la madre tierra, que no es nuestra. Y por eso, en el catálogo de aquella exposición escribimos : Por si acaso no llueve ,// si el bosque se quedara solo;// cuando el río no hable,// quizás las estrellas se hagan invisibles,// y el fuego sea el dueño,// si el relámpago no asusta los búhos, porque están muertos.// Dejaremos plasmado lo que nuestra retina impresionó,// para aquellos que,// por culpa de los apagaestrellas, adoradores del fuego,// mercaderes de naturaleza,// no pudieron verlo.