Modelar con caña

‹‹… ¿Le parece a usted bien así, maestro?›› ‹‹ ¡Que no, que no, más arriba! ¡Aquí! Eso es, así… Coloca mas barro en las nalgas… Los pechos no son iguales, reduce el mayor. Gírale  un poco más la cabeza, pronuncia esta  clavícula y eleva el mentón. Quita arcilla de esta zona… más, más…eso es. Resalta el Monte de Venus… basta, basta. Vamos a dejarlo  por hoy, me encuentro muy cansado… Limpia los estiques de modelar, humedece la figura y los paños y cúbrela, mañana continuaremos. El trabajo va muy bien, me gusta, me gusta…››

Podría ser esta la conversación del artista con su colaborador. De un artista, sí, pero un tanto peculiar porque  no se trata de un escultor y su ayudante sino de un pintor. Efectivamente, era el gran impresionista francés Pierre-Auguste Renoir. Muchos admiradores de sus cuadros ignoran que al pintor siempre le atrajo la escultura. Pero su excesivo trabajo fue retrasando los deseos de manipular  la arcilla húmeda y modelar figuras.

Las dos primeras, y últimas, obras realizadas “con sus propias manos” las llevó a cabo  en 1907; se trataba de dos retratos de Claude, su hijo menor. En este año Renoir había adquirido una finca en Cagnes-sur-mer, en la Costa Azul francesa, la que sería su residencia hasta su muerte. Pero la actividad pictórica no le permite llevar acabo nuevos trabajos escultóricos.

En 1913  decide, de nuevo, retomar el modelado aunque para estas fechas la enfermedad ya se ceba en el pintor… Es sabido que los ataques de reuma y artritis -que al final le postraron en una silla de ruedas-, le impedían tomar libremente los pinceles, por lo cual habían de colocárselos o atarlos a los dedos; menos aún  podía modelar la arcilla porque para este menester, los diez apéndices digitales son muy importantes.

Comentando su frustración  a su amigo y marchante, el famoso Ambroise Vollard, éste le expuso una idea que solucionaría, en parte, sus propósitos de realizar escultura. Le buscaría un colaborador que le ayudara en la consecución de sus deseos. A los pocos días se presentó en el taller del artista, de parte de Monsieur Vollard, un joven que dijo ser español y llamarse Ricard Guinó; con experiencia en el modelado pues había trabajado, durante algún tiempo, en el taller del famosísimo escultor Aristide Maillol.

Maestro y ayudante se pusieron a trabajar. El pintor realizaba los bocetos sobre el papel y el colaborador montaba los armazones, amasaba el barro, iniciaba la figura y cuando ésta se aproximaba a los volúmenes definitivos Renoir, con una caña atada a la mano, iba indicando donde quitar, donde poner y donde rectificar. Fue tal la coordinación y entendimiento entre  maestro y ayudante que el pintor comentaba: ‹‹ Parece como si tuviera una mano al final de la caña››.

Cinco años duró esta colaboración, durante los cuales realizaron dos docenas de esculturas, entre ellas un retrato de Aline, la mujer del artista, y el bellísimo desnudo “Venus victoriosa”. Pero al cabo de este lustro, el joven ayudante se quejaba de que su aportación  no era estimada ni apreciada como se merecía, por lo que dejó de colaborar con el pintor. Pasado medio siglo, en el año 1968, Ricard Guinó se querelló contra los herederos de Renoir y consiguió ser reconocido como coautor de las obras. Sin embargo obtuvo poco reconocimiento por sus propios trabajos.

Gran parte de las esculturas realizadas, junto con algunas de sus pinturas y de otros artistas, se encuentran en la citada casa, actual museo, de la Costa azul.