El pastor de Satillana

Cuando niño fue su maestro, de quien guardaba muy buenos recuerdos, el primero en inculcarle valores estéticos. Una vez a la semana dejaban a un lado los números y las letras y le enseñaba a dibujar. Los días sin escuela el padre, para que no perdiese el tiempo, lo enviaba al prado a cuidar el ganado. Y el niño, igualmente feliz, observaba su entorno con suma curiosidad y hacía figurillas de arcilla humedecida con el agua de las fuentes, reproduciendo toscamente los perros, los bueyes y las vacas. Esta atenta mirada a la naturaleza, animales domésticos o salvajes, fue decisiva en su obra.

Jesús Otero Oreña (1908) nació, vivió y murió en Santillana del mar, Cantabria, rodeado de piedras históricas. A los doce años deja la escuela para dedicarse a las faenas del campo. Lleva a cabo su primer trabajo en piedra; ayudado de unos clavos de una nave embarrancada  y un viejo martillo, talla una cabeza de estilo románico. Durante cinco años se dedica a  las faenas agrícolas y, sobre todo, ganaderas. Sin dejar la piedra, talla en relieve los retratos de sus hermanos, padres y abuelos. A los diecisiete años marcha a Santander para trabajar con unos canteros en la obra del Banco de Santander. Allí conoce lo que el arte  tiene de oficio, entiende mejor a la piedra, maneja la maza, punteros y cinceles; disfruta trabajando, aprendiendo y, por añadidura, le pagan. Asiste por las noches a la Escuela de Artes y Oficios.

En 1929 obtiene una beca de mil quinientas pesetas anuales de la Diputación Provincial para asistir a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Visita con frecuencia el estudio de Victorio Macho, en plena madurez, éste le recibe amablemente, mostrándole su obra y aconsejándole. Tras dos años de permanencia en Madrid, vuelve a Santillana y sigue considerándose  autodidacta porque, para él, sus verdaderos maestros fueron los tallistas románicos de la colegiata de su pueblo. Alterna las faenas del campo con las tertulias culturales y la ejecución de los encargos que va recibiendo, sobre todo, escudos nobiliarios.

En 1936 al comienzo de la guerra, el artista es nombrado delegado de Bellas Artes en Santillana, para la conservación del patrimonio artístico. Pero al cabo de un año decide tomar parte activa en la contienda, militando en el ejército republicano. Tras caer prisionero recorre varias cárceles, en condiciones durísimas, y poco falta para ser fusilado.

Duramente impresionado por la guerra, deja transcurrir varios años sin actividad escultórica. Sus amigos, entre ellos Pepe Hierro, le animan a retomar su arte, y comienza esculpir nuevamente. No le faltan encargos: Monumento al Ebro, a Juan de la Cosa, multitud de Cristos en piedra o en madera de roble y numerosos relieves con animales, personajes del campo y algunos retratos. Un Cristo tallado en madera, se encuentra en Berkely, California. En la collada de Yesba (Puerto de San Glorio) un enorme oso pétreo observa el paisaje.

Jesús Otero fue un gran  artista de la piedra. En una pequeña fragua, en su taller, aguzaba y templaba personalmente sus herramientas. Atacaba el bloque directamente;  tan sólo con unos dibujos preliminares, le arrancaba la obra escondida en su interior.

Dicen los críticos que su obra es limpia, clara y contundente. Para sus amigos y los que le conocían fue, además de artista, sencillo, serio, noble, generoso y sensible. Murió en 1994.