La espada y la paloma

Cuando una escultura o grupo escultórico queda definitivamente emplazado en un espacio abierto, el trabajo queda expuesto, además de las lógicas inclemencias del tiempo y, como ya se dijo en otra ocasión, a posibles ataques vandálicos. También a las palomas; el ave mascota de Venus, mensajera de Noé, transmutación de la tercera persona de la Santísima Trinidad y elevada, como icono de la paz, a la inmortalidad por obra y gracia de Picasso; aunque descendiendo a un plano más prosaico, la paloma ataca con sus excrementos corrosivos, entre otras cosas, al patrimonio artístico de las ciudades, siendo en muchas de ellas, un verdadero problema.
Lógicamente, al igual que en el mundo taurino, la obra escultórica también se ve sometida a opiniones de distinta índole: loas, elogios, alabanzas y parabienes. Naturalmente del lado opuesto recibe: tachas, improperios, denuestos, objeciones e, incluso, puede llegar a ser víctima inocente de disquisiciones políticas y otros imponderables. Pero dejando a un lado estos aspectos, concurren en la obra al exterior otras circunstancias más agradables, hasta poéticas, para muchos observadores que aman, sienten y disfrutan el arte y, cómo no, para el autor de la misma.
Instalada, desde 1972, en la Plaza del Altozano, cerca del Puente de Triana, se yergue la figura broncínea de Juan Belmonte, el mítico torero sevillano. Su pecho horadado de parte a parte, permite atravesar la escultura con la mirada. Al preguntar a su autor, Venancio Blanco, cuál fue el mejor elogio a su obra respondió, sin dudar, que un trianero, humilde hombre de la calle, comentó mirando a la escultura y su hueco: ‹‹ Así los pajaritos podrán pasa por dentro, de un lado al otro››.
En 2005, con motivo del Cuarto Centenario del Quijote, un grupo de alumnos y tres profesores llevamos a cabo, como ejercicio práctico, en el IES Gregorio Prieto, una escultura conmemorativa del evento. Consta de espada, lanza, peto, brazal y bacía, Armas de D. Quijote. Para dar una idea del tamaño de éstas, la espada tiene una longitud total de cuatro metros. En la primavera del año siguiente, una torcaz tuvo a bien hacer su nido en la cruz y guardamano de la espada, para admiración y regocijo de alumnos y profesores que observaban al ave durante los recreos. Curiosa paradoja, la “paloma” aposentada en un arma.
A lo largo del curso 09-10, realizamos otro trabajo para seguir ornando los jardines del centro. Se trataba de un panal con dos avispas. Los insectos miden ochenta centímetros de longitud, sus cuerpos, amarillos y negros, tienen un grosor de quince centímetros. El panal, colgado a varios metros del suelo, tiene un metro de diámetro y setenta centímetros de profundidad; las celdilla hexagonales miden quince centímetro de boca. Lógicamente los véspidos no han criado pero los gorriones han “ocupado” algunas celdillas.
En uno de los calurosos días de este verano, camino a las Lagunas de Ruidera, nos detuvimos en La Solana para hacer una visita esporádica a mis “hijos” de hierro, Aguja para coser nubes, Estatua ecuestre del Quijote y Hoces y espigas; este último es un conjunto de dos hoces de cuatro metros y seis espigas; cada uno de estos “espigados” ejemplares miden metro y medio (los granos y raspas) más seis de caña. En una de las espigas una tórtola, sin miedo a los calores estivales, tiene construida su liviana vivienda.