El salón de los rechazados

Leyendo los programas electorales, en vísperas de los comicios, me llamó agradablemente la atención (“cada loco con su tema y yo con mi calabaza”), una propuesta de uno de los candidatos que coincidía, en una parte, con el contenido de este escrito que yo pensaba publicar más adelante. Proponía el aspirante a regidor de nuestra ciudad, en el apartado CULTURA Y OCIO: “Realizar una exposición alternativa con las obras No seleccionadas para la Exposición Internacional, ofreciendo la posibilidad de la subasta de las mismas, con un margen destinado a obras sociales”.

En el presente artículo pensaba yo, en primer lugar, escribir sobre el célebre Salón de los Rechazados de París y, por extensión, proponer que en nuestra exposición haya otro salón paralelo con las obras no admitidas para que, en primer lugar, los visitantes que también entienden de arte, emitan sus  propios juicios sobre los no admitidos y, en segundo, para que las obras puedan ser adquiridas por posibles compradores, si pudiera ser, a precios razonables. Sé que los participantes en el Fondo de Adquisición, en ocasiones, solicitan ver los cuadros rechazados pero no se les  permite; quizás porque la decisión del infalible jurado es “palabra de Dios”. La idea de subasta, en mi opinión, elevaría los precios haciendo las obras menos asequibles. En otra ocasión referí cómo en muchos certámenes al aire libre, los cuadros no premiados se exponen para que el espectador discuta un precio con el artista; en muchas ocasiones se llega a un acuerdo de adquisición.

El “Salón des Refusés” o de los rechazados, fue creado a la sombra del celebérrimo Salón de París, a la sazón, la muestra de arte más importante del mundo, organizada por la Academia de Bellas Artes e instituida en 1798. La máxima aspiración de los artistas era ver un cuadro suyo colgado en este certamen. La ingente cantidad de obras recibidas, hacía que se colgaran apretujadas en las paredes. Con el tiempo la muestra se hizo más restrictiva, en cuanto al número de cuadros y por las ideas conservadoras del jurado. Los impresionistas con sus planteamientos  innovadoras respecto al arte eran, en muchas ocasiones, rechazados. Para contentar a todos, Napoleón III mandó abrir un nuevo salón denominado de los rechazados. En éste expondrían su obra todos los creadores no admitidos en el oficial. Futuros grandes maestros del impresionismo pudieron mostrar su obra al público en este salón, no sin acaloradas polémicas y las protestas de aquella sociedad mojigata e hipócrita.

El excelentísimo impresionista Paul Cézanne, no admitido sistemáticamente en el Salón oficial y ya desaparecido el de los rechazados por decisión de los académicos, escribía a uno de ellos por tercera vez: ‹‹…Que vuelva a instaurase, por lo tanto, el salón de los rechazados. Aunque tenga que figurar yo solo, deseo ardientemente que la multitud sepa al menos que yo tampoco quiero que me identifiquen con esos señores del jurado que, al parecer, no desean que se les identifique conmigo. Cuento, señor, con que se decida a romper su silencio. Pienso que toda carta decente merece una respuesta. Aprovecho esta ocasión para saludarle atentamente…››.

En esta ocasión el pintor recibió respuesta; la nota del académico iba escrita en un margen de la carta del pintor: ‹‹ Lo que me pide es imposible. Todo el mundo ha convenido en lo poco adecuada que era la exposición de los rechazados para la dignidad del arte y no será restaurada ››.

Como quiera que el candidato, cuya propuesta incluida en su programa y coincidente con la mía, no ha accedido al gobierno municipal, haré una petición por escrito a quien corresponda del  salido de las urnas, solicitando que se abra un salón de los rechazados. Quién sabe, quizá tenga más suerte que mi admirado Cézanne.