El plomo

Plombagina, desplomar, aplomar, emplomado, pies de plomo, plomo en el ala, plomo en el cuerpo, lápiz plomo, plúmbeo…Todas estas palabras y expresiones, en sentido figurado o literal, se derivan de ese metal pesado, maleable, de color plateado pero que pronto pasa al gris mate; muy resistente a la intemperie  y ya empleado por los romanos entre otras utilidades para las cañerías de distribución del agua. Además de usos actuales o antiguos, tales  como: munición de distinta índole, cubriciones de tejados de vertientes muy empinadas en catedrales y chapiteles de iglesias, fijación de las espigas de hierro para unir las partes de una columna o balaustres de escaleras, relleno en las pesas de romanas y plomadas, aleado con el estaño para soldadura de los antiguos hojalateros en la reparación de pucheros, cazos, cacerolas y demás cachivaches. En los cementerios aún pueden observarse lapidas de mármol con las inscripciones de plomo. Previamente se tallaban con cincel las letras, en hueco grabado; en los fondos de las mismas se practicaban oblicuamente pequeños orificios, después se vertía el plomo líquido y se repasaba el sobrante; los taladros practicados, evitaban que las letras de plomo, con patitas, se salieran de sus encajaduras. Pero ha sido sustituido en varios usos  por ser nocivo para la salud.

Se encuentra cerca del arte porque está en los pigmentos de óleo y en su envoltura (tubos), nervaduras de los vitrales, tortas de plomo (bases circulares donde se golpeaban con martillos especiales las delgadas láminas de cobre o latón para su repujado artístico, recubrimiento de las mordazas de tornillos o tornos de banco para evitar que éstas dañen las figuras de bronce al sujetarlas para cincelar. Presente, en ocasiones, en la composición del bronce.

El plomo funde tan sólo a 327 grados, esta temperatura puede alcanzarse calentándolo  en un cazo puesto a una lumbre de leña o con  un soplete de fontanero. Los aficionados a los dioramas  y  maquetas de batallas, lo fundían  para sus soldaditos y armamento en moldes de escayola. Pero actualmente la silicona de moldeo, que aguanta la temperatura del plomo fundido, permite, por su elasticidad, la obtención de piezas  más dinámicas y detalladas.

Y de esta actividad a la escultura hay un paso, porque efectivamente, el plomo se ha empleado en algunas ocasiones para fundir esculturas de gran tamaño. La fundición resultaba menos costosa por el precio del material y por la facilidad de fundir este metal con un punto de fusión tan bajo.

Al parecer fue el escultor vienés del Barroco Rafael Donner (1643-1791) el pionero en el empleo del plomo para trabajos escultóricos. En los jardines de las Tullerías, en las inmediaciones del Louvre en París, pueden admirarse réplicas en plomo de trabajos de autores de Francia; entre ellas los hermosísimos desnudos  “El aire”, “El río” y “Monumento a Cézanne” de Arístides Maillol (1861-1944).

Pero quizás el lugar con mayor profusión de esculturas fundidas con este material sea el entorno del palacio de La granja de San Ildefonso, en Segovia. Comenzó su construcción en 1721 por orden de Felipe V y conocido como el “Pequeño Versalles”. Los jardines están adornados con multitud de fuentes, en las que pueden admirarse numerosísimas esculturas de temas mitológicos, firmadas por varios escultores franceses. Todas fueron realizadas en el mismo material empleado en el “soldadito” del relato de Andersen  y recubiertas con pintura, antioxidante especial, de color cobrizo.