Manet

Los guardas  apenas podían contener a la multitud que se apiñaban alrededor del cuadro y blandían, encolerizados, los bastones con intención de destrozarlo a golpes. Aquello era una provocación y  un atentado a las  buenas costumbres del París de 1863, ¡Un escándalo! No era una obra de arte sino una pintura indecente. El lienzo, inspirado en la Venus de Urbino de Ticiano (Gallería degli Uffizi, Florencia), se titulaba Olimpia (Museo D’orsay, París) y mostraba una mujer desnuda tumbada en un diván; una sirvienta negra le presentaba un ramo de flores posiblemente del  cliente al que, en aquella pose tan explícita, estaba esperando. Era la segunda vez que el pintor provocaba tal revuelo. Dos años antes, lo había hecho con su Almuerzo campestre (D’orsay) donde mostraba una señora en cueros mirando descaradamente al espectador en compañía de una amiga y dos caballeros, los tres vestidos.

Édouard  Manet nació en París en 1832, su padre era un alto funcionario  del Ministerio de Justicia y, por lo tanto, de familia influyente y acomodada. A los dieciséis años, Tras su paso por el Collège Rollin donde tuvo su  primer contacto con el dibujo,  se examina  para su ingreso en la Escuela Naval pero suspende. Al no permitírsele una segunda oportunidad, salvo si se embarcaba seis meses en un buque francés, así lo hizo como cadete en el Havre et Guadeloupe con rumba a Rio de Janeiro.

Al regreso de su viaje vuelve a presentarse a examen pero es suspendido de nuevo. El padre firme opositor, hasta entonces, a que su hijo fuese artista consiente, a regañadientes, que se dedique a la pintura. Ingresa en el taller de Thomas Couture, reputado pintor retratista y de temáticas históricas. Aún manteniendo disputas constantes con su maestro, permanece allí seis años. Compaginando sus clases, visita el Louvre para copiar  las grandes obras, sobre todo a Tiziano. Después viaja a Italia, holanda y otros países de Europa para estudiar a los excelsos maestros. En Viena admira los retratos de  Velázquez, enviados por Felipe IV a aquella corte. Queda maravillado del artista sevillano por maestría para conseguir un colorido extraordinario con economía de matices.

Su pintura fue menospreciada durante mucho tiempo; rechazado en numerosas ocasiones en el Certamen Anual de Artes Plásticas de París, el famosísimo “Salón”. No así por los impresionistas que le admiraron por su nueva manera de pintar, hasta tal punto de tomarle por su por su adalid, aunque él nunca se consideró uno de ellos; no obstante apoyó su movimiento de ideas artísticas, a la sazón, tan revolucionarias.

Tras la guerra franco-prusiana, el  famoso marchante de Arte Durand-Ruel le compra veinticinco cuadros, con lo que  su obra comienza a ser reconocida. A partir de 1975 Manet pinta el ambiente parisino de los cafés, parques y lugares concurridos. Ilustra El cuervo de Edgar Alan Poe, traducido al francés por su amigo el poeta Mallarmé.

Manet apoyó económicamente a otros colegas, en el caso del joven Monet, que ya estaba  casado, lo sacó en más de una ocasión de la miseria. Además de sus amigos pintores, lo fue íntimo, de  Baudelaire, Zola y Antonin  Proust, este último desde   la infancia.

A los cuarenta años, en 1873, se le concede una medalla en el Salón, quizás tarde,  con una obra que no era de sus mejores. Por entonces ya sufría terribles dolores a causa de una ataxia locomotriz. En abril de 1883 se le amputa una pierna y diez días después, sin poder superar la operación, muere. Acompañado por sus amigos, al salir del cementerio Edgar Degas exclama: ‹‹Era más grande de lo que pensábamos››.