Escultura “chatarra”

A primeros del pasado diciembre se dio a conocer el robo de una furgoneta en un polígono industrial de Getafe, cargada  con 28  obras de arte; éstas procedían de una exposición celebrada en Colonia. Las piezas pertenecían a varias galerías de Madrid y Barcelona que las habían prestado para la muestra. El valor del conjunto podría alcanzar los cinco millones de euros. Las importantes piezas de pintura y escultura, estaban firmadas por  Botero, Picasso, Tapies, Julio González  y otros artistas de parecido caché.

Sirva como preámbulo y no para dar una noticia al respecto puesto que todos los medios habidos y por haber informaron y han informado, exhaustivamente, del robo y de la recuperación de las obras; bien es verdad, aunque carezca de relevancia, con bastantes contradicciones en cuanto a valoraciones económicas, número de obras, dimensiones, pesos y otros aspectos.

Lo que sí podría destacarse se refiere a una de las piezas robadas de la que es autor el escultor vasco Eduardo Chillida, fallecido en 2002. Se titula Topos IV y está realizada en hierro, material preferido del artista, y oxidada superficialmente. También se sabe que la escultura está asegurada en 800.000€ según la galería Nieves Fernández, su propietaria,  pero que en una subasta de arte podría alcanzar los dos millones.

La aventura rocambolesca de ToposIV, invita a reflexionar un poco. Igualmente es vox pópuli que esta escultura fue a parar a una chatarrería; el propietario de la misma pesó la pieza, 150 Kg. multiplicó por 0,22 euros (precio actual del kg. de hierro considerado chatarra) y abonó un total de 33 euros. Consultado un conocido mío, dueño de un desguace, me ha confirmado el precio del “hierro viejo” como pregonaban los antiguos traperos y chatarreros ambulantes.

Ante este hecho, más de un escéptico (hay muchísimos) y descreído respecto del arte abstracto, y que por supuesto están  en su derecho, al que traté de hacer ver, en alguna ocasión ante sus preguntas con retranca, que la “verdadera” escultura abstracta, alejada de todo atisbo figurativo, hay que verla por sí y en  sí misma: diseño, formas, composición volumétrica, planteamiento y elección matérica, tratamiento, textura, técnica, y mucho más…Socarrones ellos, me reprochan:   ‹‹ Y ahora qué, en cuanto la han sacado del pedestal, de su contexto, de su aureola; despojada de aduladores y alejada de los “mercaderes” de arte, se ha convertido en lo que  realmente era, un trozo de hierro oxidado ¡chatarra! ››. Les digo que es una obra de Chillida, artista  reconocido mundialmente… Y encalabrinados me disparan: ‹‹¡Nada, nada, que no! ›› Y me callo porque para ellos no tengo argumentos… Pero pienso en la cara de estupefacción del dueño del desguace, cuando la policía le informó de lo que aquella “chatarra” valía. Pienso en el destino de la escultura abandonada a su suerte si la policía hubiese llegado tarde: el crisol de una fundición. Convertida en barras de sección cuadrada que podría utilizar Chirino, con lo que se reencarnaría en otra obra abstracta  del escultor canario. Pero, porqué no, en palanquetas para descerrajar puertas de algún almacén que albergase un furgón lleno de obras de arte. Qué hubiera pensado el autor, precisamente él, que en principio recorría las chatarrerías en busca de hierro dulce para forjar sus esculturas (las mejores, para un servidor). Y vuelven a la carga, el derecho le asiste, los que el abstracto, más bien que no, a ellos les gusta lo que “se ve”: ‹‹ Si hubiese sido un bronce de Benlliure o cualquier otro figurativo, antiguo o moderno, verás como no hubiera acabado en un desguace››. Me vuelvo a callar y no les digo que he “pinchado” la galería  propietaria de la escultura. Si vieran la obra escultórica que actualmente expone, qué dirían, la verdad  es que tiene tela…

Pero dejemos preguntas, supuestos, pensamientos y elucubraciones. Regocijémonos pues se ha recuperado para el arte una obra que a punto estuvo de bajar a los infiernos, de donde hubiese vuelto metamorfoseada en vaya usted a saber qué.