Domingo el griego (y II)

Instalado en Toledo su fama y perfección artística progresan rápidamente; el trinitario, poeta y orador  Félix Paravicino, a quien retrató el artista (museo de Boston), dice de él: “Creta le dio la vida, Toledo los pinceles”. Almacenaba decenas de maniquíes de madera, cartón y yeso; cuando comenzaba un cuadro, con parsimonia y minuciosidad,  los  colocaba en distintas poses hasta componer el grupo deseado. Pintaba con luz artificial o natural velada por cortinas; impregnando, así, sus lienzos de misterio y dramatismo. Vivía de alquiler en una gran mansión sobre los roquedales del Tajo con su familia, criados y discípulos. Ganó mucho dinero pero nunca le sobró, vivía de manera ostentosa contratando, por ejemplo, a  músicos para amenizar las comidas.

Encargo importante fue la bellísima tela “Expoliación de Jesucristo” para la catedral de Toledo, obra maestra sin embargo rechazada por los eclesiásticos al desestimar varios detalles por inusuales, además de  original en exceso para la época; lo que dio lugar a un famoso pleito por no querer pagar el Cabildo la cantidad que el pintor pedía. Era costumbre del artista fijar el precio cuando había concluido el trabajo, pues según él, orgullosamente comentaba que “No había precio para pagarlas”. Se nombraron tasadores en igual número por ambas partes, dirimieron el asunto y como resultas el Greco cobró tan sólo un tercio de lo acordado. Pero el pintor en venganza, llevó a cabo veinte réplicas con variantes y las vendió a particulares y otras iglesias, resarciéndose así, de su adversa fortuna. No obstante era frecuente que un artista realizase copias de su propia obra; tal es así que  pintó ochenta veces su “San Francisco en éxtasis” (Museo Lázaro Galdiano, Madrid). Llevó a cabo, al igual que el “Expolio”, numerosos  lienzos de grandes proporciones, con multitud de figuras y de composiciones extraordinarias, “Asunción de la Virgen”(Museo de Santa Cruz, Toledo), “El entierro del conde de Orgaz”(Iglesia de Santo Tomé, Toledo), “Martirio de San Mauricio”(Escorial).

Era amigo de personajes ilustres a los que retrató magistralmente, unas veces con sus nombres, otras dando título al lienzo, “Cardenal Fernando Niño de Guevara” (Metropolitano de Nueva Cork), “El caballero de la mano en pecho” (Prado), “Retrato de un pintor” (Museo de Sevilla), “Caballero anciano”(Prado), entre otros.

El Greco murió en 1614, dos años antes que Cervantes y, al igual que el “Príncipe de los ingenios”, en la pobreza, aún cuando deja a su hijo doscientos cuadros que no había vendido, gran parte de los mismos, como se ha dicho, desaparecieron. Sus restos mortales fueron trasladados de una iglesia a otra y cuando está se demolió desaparecieron con ella. Excepto un poco tiempo en Madrid y El Escorial, siempre vivió en la “Imperial Toledo”, formando un binomio inseparable con esta ciudad importante, pues contaba, a la sazón, con más de ochenta mil habitantes.  En lo religioso, seguía siendo la capital de España. La corte se había trasladado a Madrid veinte años antes de su llegada a la hoy capital de Castilla la Mancha.

Miles de visitantes llegan cada año a la ciudad del Tajo para perderse un sus intrincadas calles, palpar sus piedras seculares y, por supuesto, visitar la casa de Greco; no es la auténtica  pero, qué cuesta soñar, sería muy parecida. Allí pueden admirarse un buen número de obras del genial y misterioso griego toledano.

P.D. Dejo las cosas del arte aparcadas durante el verano , felices vacaciones, un saludo a todos.