Marcos y peanas

Cierto día, el gran pintor francés Edgar Degas visitó, junto a otros acompañantes, a un amigo común; éste les había invitado a cenar. Nada más entrar al recibidor reparó en un cuadro que el anfitrión le había comprado tiempo atrás. Con extremo enfado, descolgó el cuadro y con una moneda aflojó los pequeños pernos que  lo sujetaban al marco, lo puso bajo el brazo y se marchó enfurecido. El dueño de la casa preguntando por el artista fue informado del hecho; lamentándose equivocadamente, se preguntaba si al excéntrico pintor le parecía poco un marco por el que había pagado más de quinientos francos.

A Degas, ya maduro, lleno de rarezas e importándole muy poco el dinero, le costaba gran trabajo desprenderse de sus cuadros, ponía muchas pegas para que un lienzo saliera de su taller.  Pero si alguien tenía la fortuna de adquirir un trabajo, además de pagar un precio altísimo, lo compraba enmarcado pues el pintor se encargaba de ponerle el cerco de madera o, en todo caso, lo elegía personalmente en la tienda. Y pobre del que osara cambiarle su marco, como le ocurrió al adinerado coleccionista que, pensando en satisfacer y dar esplendor al cuadro, le había puesto un grueso marco cubierto de pan de oro, precisamente el tipo de enmarcado que más detestaba el excéntrico pintor. Para los dibujos, ceras y acuarelas, el maestro fabricaba el paspartú (recuadro de cartón o tela de distinta anchura entre el dibujo y el  marco) con cierto tipo de cartón de embalaje.

Hace ya muchos años que en  los certámenes de artes plásticas se exige, entre otras causas, por motivos de homogeneidad que el cuadro llegue al concurso sin marco, tan sólo un listón que oculte las grapas que sujetan el lienzo al bastidor. Actualmente  muchos lienzos de gran formato se cuelgan en las paredes del adquiriente sin marco; cuestión de modas  o gustos.

Pero de siempre el marco o la peana han dado realce a un cuadro o escultura. Georg Klimnt, dibujante, escultor y cincelador, realizó muchos marcos para los cuadros de su hermano Gustav Klimnt. A lo largo de la historia de la pintura, se han realizado marcos que de por sí son verdaderas obras de arte. Tallados por expertos artistas en tilo, caoba, cedro y otras maderas; repujadas o labradas éstas en complicadas volutas o delicados temas vegetales de finura y delicadeza extrema, donde pueden apreciarse la experta mano del tallista en el manejo de la gubia. O bien quedaban en el color de la madera o eran cubiertos de pan de oro. Muchos se tallaban específicamente para el cuadro, de esta manera los ingletes (cortes de cuarenta y cinco grados en los largueros para formar los cuatro  ángulos  rectos), no cortaban la secuencia de la talla.

Actualmente existen infinidad de tipos de marcos. Se fabrican en distintas anchuras y en tiras de dos o más metros, lacadas, barnizadas, doradas etc. Se cortan a medida con sierra eléctrica circular de ángulo variable que cortan ingletes perfectos. En las tiendas especializadas pueden encontrarse gran cantidad de modelos. Se muestran expuestos en forma de escuadra que puede adaptarse a una esquina del lienzo para ver el efecto. No es sencilla la elección del marco o paspartú; dependerá del tema, colorido, dimensiones y, sobre todo del buen gusto, no siempre del bolsillo. También se tendrá en cuenta el papel complementario de un marco, nunca debe restar protagonismo a la pintura; Tampoco un buen marco mejorará la calidad de un mal cuadro. A veces la experiencia del artesano que los enmarca puede ser muy útil.

Con las peanas ocurre otro tanto. Es cierto que en ocasiones, algunas esculturas no necesitan soporte, resultan más libres y expresivas. En otras, sin embargo, la peana es parte integrante del conjunto y será necesaria. En casos concretos, una piedra con determinadas características, encontrada por el escultor cuando deambulaba por el campo, ha sido motivo para un proyecto adaptado a dicha piedra. En la mayoría de los casos, la peana realza la figura, añade prestancia a los volúmenes. Generalmente en esculturas de pequeño formato en hierro o bronce, suelen ser de piedra, mármol o granito. Las normas rigen al igual que en los cuadros, siempre serán complementos de la obra. Aquí cuenta la textura, el acabado (pulido, abujardado, picado etc.) y el color; por ejemplo, un mármol veteado muy llamativo, puede distraer las formas de la figura. Generalmente en el caso de las esculturas, el artista encarga las peanas al marmolista o cantero, indicándole las medidas y características de las mismas.