Alumna, modelo, amante y colaboradora

 

Recluida en un manicomio, abandonada, olvidada, sin visitas que le hiciesen sobrellevar un poco su desgraciada existencia. Acaso como Van Gogh, con crisis de locura extrema. Pero, en su caso,  una estancia en aquellos malditos lugares muchísimo más duradera,  sin posibilidad de salida; una año, cinco, diez, veinte, treinta. Nubes, lagunas y enajenación; manía persecutoria, delirios de grandeza. Pero también momentos de razonamientos lógicos, cordura,  recuperación mental y lucidez creativa. Mas, es inútil, nadie atiende sus ruegos, ni siquiera su hermano con medios para sacarla de aquel infierno. En una situación cafkiana, es una demente a los ojos de todos, está loca, loca de remate, de atar. Y sólo le queda rebobinar la  película de su dramática existencia, la verdadera, la real (en 1988, Bruno Nuytten dirige “Camille Claudell”). Y recuerda…

Nació en Villeneuve-sur-Fèr, en 1864. Desde niña modelaba con soltura figuras de barro y retrataba a las personas más cercanas. Animada por su padre y su hermano pero con la oposición más dura y enérgica de la madre que no veía con buenos ojos aquellas tendencias artísticas de su hija, porque contravenían frontalmente las buenas costumbres de la época y de su entorno.

Al trasladarse la familia a París, se matricula en la Academia Colarossi dirigida por éste escultor italiano. En ella podían matricularse las mujeres, cosa imposible en la Escuela de Bellas Artes de París que vetaba a las mujeres, además de estar considerada demasiado conservadora. Se instala con unas amigas en un estudio pero enseguida conoce  al genio Auguste Rodin, y éste, con 44 años, le propone que sea su alumna y colaboradora; ella, con 20, acepta y además también acabará siendo concubina.  Comienzan unas relaciones que serán, tormentosas, pasionales y dramáticas, durante quince años, no obstante, en plano artístico serán enriquecedoras para ambos.  Su genio no le permite quedarse en simple colaboradora y trabaja en sus propias obras; sin duda influenciada por el maestro pero además por los renacentistas italianos y su propia  personalidad, “Yo le he indicado donde se encuentra el oro, pero el que ella encuentra solamente es suyo”, diría Rodin.

Colabora en los proyectos del gran escultor y trabaja con denuedo para elevarse por sí misma, pero la gran sombra del artista no la dejan despegar el vuelo. Quiere ser la única mujer en la vida de Rodin, pero éste conoce, en el sentido bíblico, a muchas; sus líos pasionales son numerosos,  y además hay una mujer a la que nunca abandonará, paciente, guardiana se su taller, de sus figuras, de su arcilla, de su obra: Marie-Rose Beuret.

Y surgen los celos profesionales y amorosos. Camille vencida, se retira de escena y busca refugio en su taller, lleva a cabo varias exposiciones, la última en 1905. Tocada su mente comienza a padecer crisis nerviosas, afirma que Rodin le copia, se adueña de sus trabajos. Gran número de obras suyas no existen porque, nada más acabarlas, las destruye. Sin el apoyo de su familia, acaba en la indigencia. Al morir su padre en 1913 (siempre había impedido que la internasen), su madre y hermana, que seguían oponiéndose a su forma de vida, como si de una venganza se tratara, la ingresan en un sanatorio psiquiátrico. Su hermano, Paul Claudell, famoso poeta y dramaturgo, se encuentra lejos, cumpliendo misiones diplomáticas; él, que en un tiempo apoyó sus cualidades de escultora, no puede o no quiere ayudarla.

Permaneció internada, en distintos centros, treinta años hasta su muerte acaecida en 1943. Entre sus obras más conocidas “Las edades de la vida” (Museo de Orsay, París), en donde expresa su dramática y tortuosa existencia.

La Fundación Mapfre de Madrid llevó a cabo en diciembre-enero de 08-09  una exposición de su obra.