El artista maldito

 

El 22 de enero de 1920, dejaba este mundo en un hospital de la capital francesa. Artista polémico, suscitaba todo menos indiferencia. Admirado y denostado, guapo y atractivo,  amable, atento y encantador, si estaba sobrio, pero violentísimo bajo los efectos de las drogas o el alcohol. Tras su desaparición, se escribieron novelas, una obra de teatro y algunas películas. Todas ellas idealizadas, meciendo su corta vida entre la realidad y la leyenda. Tuvo como amigos, posteriores primeras figuras de la historia del arte, como Picasso; la muerte lo elevó a la categoría de mito, paradigma del artista bohemio y maldito. Sus excesos le arrastraron a una muerte anunciada, dolorosamente prematura. ¿Qué metas de gloria no hubiese alcanzado, si murió con tan sólo 35 años?

Amedeo Clemente Modigliani, llamado “Modi” por sus amigos, nació en julio de 1884 en la ciudad italiana de  Livorno, en el seno de una familia burguesa judía, venida a menos pues su padre, banquero, sufrió un descaslabro financiero. Su madre era francesa, de fuerte carácter y muy culta. Se dedicaba a la traducción y a la crítica literaria. Amedeo era el menor de cuatro hijos, débil y enfermizo, por lo que, su progenitora sentía predilección por él, y ella fue la que le animó en sus deseos de pintar. Abandonó la escuela a los catorce años y  comenzó a recibir lecciones de un pintor en su ciudad; con tal dedicación y provecho que causó admiración en su maestro y orgullo en su madre.

En 1902, el artista se matricula en la Scuola Libera di Nudo de Florencia, en la que perfecciona su técnica y se especializa en el desnudo femenino, éste será a lo largo de su carrera el tema recurrente y preferido. Se traslada a Venecia y continúa sus estudios bajo el mecenazgo de su querido tío Amédée, hermano de su madre.

Pero en aquellos tiempos, como ya se ha comentado en muchas ocasiones, todo joven artista anhelaba poder viajar a la capital mundial del arte: París. Ayudado económicamente por su madre, se traslada a la ciudad de las artes, con la ventaja sobre otros artistas, de desenvolverse fácilmente en el idioma materno. Dado su alegre  carácter y buena presencia, entabla amistad con pintores y poetas judíos. Hacia 1907 conoce al primer comprador de sus obras, el médico Paul Alexandre, del que se hizo íntimo amigo, éste le presentó al escultor Contantin Brancusi, influyendo en él de tal manera, que se dedicó a la escultura durante algunos años. Entusiasta de la talla directa, realiza en piedra numerosas cabezas. Inspirándose en las máscaras primitivas africanas, alarga los rostros, característica que después llevara a sus pinturas.

Su estilo fue personalísimo e inconfundible; desnudos de gran erotismo pero sometido éste a la belleza del conjunto del lienzo, combinando un excelente dibujo con el color. Retratos sabiamente sintetizados, de ojos almendrados, nariz y cuello elegantemente largos y de un bellísimo y cálido cromatismo. Su primera y única exposición se clausuró antes de ser inaugurada, se consideraron impúdicas, e incluso pornográficas,  algunas de las pinturas de la muestra. Compadecida la galerista de las penurias del pintor, compró por unos pocos francos, cinco desnudos; uno de aquellos lienzos censurados, se vendió en 2003 por casi treinta millones de dólares.

La vida personal de Modigliani fue un auténtico desastre, jamás tenía dinero, el que caía en su manos lo gastaba inmediatamente, en drogas y alcohol. Sus deudas las pagaba a cambio de rápidos retratos. Dos mujeres ocuparon, algo más que las otras, su borrascosa vida sentimental. Beatrice Hastings, de fuerte carácter no consentía el mal trato recibido por el artista y reaccionaba de igual forma. Se cuenta que en una ocasión, totalmente ebrio, la arrojó por una ventana; en otra fue ella la que le mordió los testículos. Jeanne Hébuterne, sin embargo, sufría estoicamente  las vejaciones porque estaba ciegamente enamorada del iracundo artista. De sus relaciones, tuvieron una hija a la que también llamaron Jeanne (fallecida en 1984).

Las secuelas de una tuberculosis, una neumonía y su vida depravada, acabaron con el último pintor de la  auténtica bohemia parisina. Tres días después de su fallecimiento y como broche adecuadamente dramático, Jeanne, que había viajado a casa de la familia del pintor, se arrojó por la ventana de un quinto piso; murió en el acto, embarazada de nueve meses.