Sandro (y II)
Bajo el mecenazgo de los Médicis recibió un inusual encargo. Tras el famoso atentado llevado a cabo por los Pazzi contra los hermanos Lorenzo y Julián, y en el que éste último fue asesinado, Lorenzo mandó ahorcar a varios miembros y partidarios de esta familia conspiradora. Sandro hubo de pintar a los ajusticiados en las paredes de palacio, para escarnio y vergüenza de los conjurados, así como advertencia de posibles conspiraciones.
Ya consagrado, Lorenzo di Pier Francesco, primo del Magnífico, le encargó la decoración de la villa de Castello, realizando para la misma un excelente trabajo, y es cuando, al parecer, por esas fechas realizó sus dos obras clave y por las que se le reconoce en todo el mundo, son las conocidísimas pinturas “La primavera” y “El nacimiento de Venus” (Galería de los Uffici, Florencia). En 1481 recibe un prestigioso encargo que aumenta su fama y fortuna; es llamado a Roma por el papa Sixto IV para realizar tres pinturas en la Capilla Sixtina.
Pero sólo permanece un año en la ciudad eterna y vuelve a Florencia, pues debe atender el trabajo atrasado y los numerosos encargos que no paraban de llegar a su taller, muchos de ellos de los Médici. Para Lorenzo pinta lo que sería un regalo de boda, secuenciado en cuatro tablas sobre un tema del Decamerón, “Cuento de Nastagio degli Onesti” (Museo del Prado). Ilustra “La divina comedia” y retrata a su autor, Dante; su carrera artística se encuentra en la cúspide. Fue amigo del filósofo y humanista Marsilio Ficino, traductor y entusiasta de Platón, del poeta y pensador Pico de la Mirándola (muerto por envenenamiento) y otros eruditos de la época. Las temáticas de sus pinturas, además de religiosa, versan sobre temas mitológicos, quizás influenciado por las ideas neoplatónicas de la época. El retrato propiamente dicho todavía no era frecuente en aquel entonces; el retratado aparecía en un tema religioso como un personaje integrante del cuadro. Sin embargo y en alguna ocasión, Botticelli retrata individualmente a algún Médici como en el caso de Julián, del que realizó varios retratos. Su estilo es muy personal, elude el claroscuro de sus contemporáneos y pinta figuras alargadas, etéreas e idealizadas; acentuando la línea consigue precisión y detalle descriptivo además de una gran fuerza expresiva. Igualmente es un excelente dibujante, de trazos sueltos, fluidos y armoniosos; realiza innumerables bocetos preparatorios de sus cuadros y modelos para grabados y tapices.
Pero, tras una serie de acontecimientos, la carrera del pintor sufrió un descenso imparable. Muerto el Magnífico, le sucedió su hijo Piero que no poseía las dotes de gobernante del padre por lo que, debido a sus desaciertos, fue expulsado de la ciudad. Se instauró una república teocrática, dirigida Savonarola, enemigo acérrimo de los Médici y de las decadentes costumbres de la, según él, corrupta ciudad, a la que pensaba reconducir hacia el buen camino. Pier Franceso de Médici también huyó de la ciudad con lo que el pintor quedó sin protectores. La espiritualidad en las obras de esta época, podrían deberse al temor o a la influencia de las inflamadas y apocalípticas prédicas del dominico.
A su vejez era pobre y se desplazaba con la ayuda de muletas. Botticelli murió en 1510, sepulto en el cementerio de la Iglesia de Todos los Santos, en su amada Florencia. Su estrella se apagó e increíblemente, él y su obra quedaron en el olvido. En el siglo XIX, fue rehabilitado y redescubierta su pintura gracias a los trabajos de John Ruskin, crítico de arte británico.