El cantero bejarano (y II)
Utiliza el método de la talla directa, en desuso desde hacía varios siglos, sabe arrancar, de primera intención, la figura que potencialmente esconde la materia amorfa. Pero no tiene dinero para adquirir las costosas piedras con que trabajar. Al parecer, su primera obra la esculpió de un adoquín que encontró en la calle y que una vez limpio, resultó ser pórfido (del latín porphira, púrpura, piedra roja más dura que el granito), la llevó a su alojamiento y realizó una cabeza de mujer que fue muy valorada.
Para subsistir malvende sus pequeñas esculturas; cuando le compran alguna pieza, reserva gran parte de las exiguas ganancias para adquirir materias primas, casi siempre piedras duras: granito, basalto, esquisto, diabasa, pórfido y otras. Comenzada la Primera Guerra Mundial muchos se marchan de París, pero él permanece soportando la difícil situación. Acabada la contienda, expone algunas obras junto con otros artistas, siendo sus trabajos muy elogiados. Trabaja feroz e incansablemente, se decanta por las esculturas de animales, temática que prevalecerá a lo largo de su carrera. Ya es muy conocido por su costumbre de trasladar sus bloques de piedra al Jardín de Plantas y tallar del natural los animales de las jaulas. Pero también realiza retratos tallando directamente el duro bloque frente al modelo. Poquísimos escultores, por no decir ninguno, serían capaces de aplicar esta técnica cuando se trata de plasmar, a golpes de maza, el parecido de una persona sin posibles rectificaciones.
Comienza a recibir encargos de personas influyentes, con lo que su situación de penuria mejora notablemente. Concurre al salón de la Asociación de Pintores y Escultores, y obtiene un gran éxito. En una de aquellas exposiciones (1925), exhibe “Pantera negra”, su obra favorita, que para no vender, la tasa en 50.000 francos de la época. Acabada la muestra, el Barón Rostchild se presenta en su taller con la cantidad requerida por lo que, para mantener su palabra, no tiene más remedio que desprenderse de ella. El estado francés adquiere una obra para el museo Luxemburgo. Aunque reacio a las reuniones y otras cosas que no sean su trabajo, participa en tertulias con los escultores Pompón, Bourdelle y otros, también conoce a Picasso y Matisse. Los medios de comunicación se interesan vivamente por su manera inusual de trabajar. Acabadas sus privaciones, se vuelve avaro de sus obras y recupera, pagando altos precios, las que vendió.
En 1927, expone en Madrid inaugurando la muestra Alfonso XIII. Interesado el Rey por una de las esculturas, continuó la visita, desistiendo de intentar adquirirla debido al alto precio de las piezas, que siempre imponía, por el esfuerzo y penalidades inherentes a la talla de las mismas.
Es reconocido plenamente por el estado francés cuando se le concede una sala para exponer en el Louvre; en 1928, se le impone el título de Caballero de la Legión de Honor. Adquiere una casa con jardín en Meudon (localidad cerca de París, al borde del Sena y donde también vivió Rodin), allí atesora sus esculturas y grandes bloques de piedra. Mantiene animales en libertad y en jaulas que le sirven de modelo. Pasa los años en compañía de Fernanda, su compañera y apoyo. Siempre trabaja solo, él mismo forja, afila y templa sus herramientas, él pule las superficies con infinita paciencia y tensión, hasta hacer aflorar el brillo de los durísimos materiales. Muere en Meudón, 1949. Tras varios días de burocracia, es trasladado, cumpliendo el testamento hológrafo, a su tierra salmantina.
El museo “Mateo Hernández” de Béjar, alberga la colección que el escultor guardó para sí (51 obras) y que donó al Estado español, decidiéndose que las esculturas fueran exhibidas su ciudad natal. También en esta ciudad y en su honor, se celebra este año la 8ª Bienal Internacional de Escultura Mateo Hernández.