La talla directa
Cuando le preguntaban a Miguel Ángel sobre las dificultades y problemas inherentes a la realización de sus bellísimas esculturas, contestaba con fina ironía (no todo iba a ser mal carácter), que tallar una escultura era sumamente fácil, no tenía ninguna complicación, no “encerraba” ningún secreto. Se toma un buen pedazo de mármol que se adapte a las necesidades de concepción de la obra; como la figura ya está dentro del bloque, tan sólo hay que ir arrancando con la herramienta el material de alrededor, quedando, así, liberada de su envoltura. Afirmación paradójica porque es sencilla en teoría pero difícil de llevar a cabo en la práctica. Pero efectivamente, los neoplatónicos ya mantenían que la figura dormita en el interior del bloque, está implícita en la masa pétrea, marmórea o de madera.; por lo tanto si no se acaba una escultura no importa, ya está ahí.
Para extraer la figura del bloque hay dos maneras de proceder: la primera es el sacado de puntos, la segunda es la llamada talla directa. Esta última consiste en tallar la figura directamente del bloque partiendo tan sólo de algún dibujo preparatorio o una figura (que puede ser de cera, yeso etc.), a muy pequeña escala del trabajo a realizar, sin más preparativos previos. Estos apoyos sólo darán una idea de lo que será la obra definitiva. El escultor debe estar muy seguro de lo que quiere, imaginar las formas dentro del bloque, tallar hasta llegar justamente a la figura intuida; si se excede en la extracción de material, será muy difícil dar marcha atrás, pudiendo ser el error irreparable.
Imaginando que el bloque en posición horizontal, es una bañera llena de agua con una persona sumergida totalmente en ella; al quitar el tapón del desagüe y a medida que el nivel del agua desciende, la persona aparece poco a poco. Cuando ya no hay agua, la figura se muestra completa; el líquido que se ha ido por el desagüe sería el material sobrante, la persona, libre de material, la escultura. El ejemplo ilustra lo que es atacar el bloque desde un plano frontal, quitando material hacia atrás, como si se tratara de tallar un relieve cada vez más profundo, de tal forma que la figura vaya surgiendo. En la práctica se suele restar material también desde un plano lateral.
Los egipcios esculpían sus durísimas piedras tallando el bloque desde sus cuatro caras. Esta manera de proceder era posible teniendo en cuenta las características de la escultura egipcia: hieráticas, es decir, solemnes, sometidas al bloque y carentes de movimiento. En cada cara del mismo se dibujaba la silueta correspondiente; En la frontal, la cabeza, anchura de los hombros, caderas etc. En los planos laterales, la figura de perfil, con la anchura del pecho y posición de las piernas. Este método admite pocas variaciones.
Durante la talla, se utiliza el pequeño recurso de ir dejando en las formas, algo de material de reserva (como una costra gruesa), para, si es necesario, desplazar algo los volúmenes o corregir pequeños errores. Nunca deberá trabajarse al detalle ninguna zona hasta casi el final. Con el avance del trabajo, se van redibujando las formas con el lápiz. Las esculturas inacabadas de Miguel Ángel, los “Esclavos” (Academia, Florencia y Louvre), ofrecen un magistral ejemplo de talla directa, en la que se aprecia el proceso de ejecución y las huellas indelebles de la herramienta que utilizó: aquí el puntero, ahí la gradina, allí el cincel…
La talla directa se ha llevado a cabo en distintas épocas: egipcios, griegos del periodo arcaico, de alguna forma, en la Edad Media, Renacimiento, (Miguel Ángel, entusiasta de este método, lo empleó en todas sus esculturas). En el arte moderno, algunos escultores retomaron el antiquísimo y noble procedimiento de la talla directa. Pero la necesidad de un gran dominio de la técnica y lo costoso de su elaboración, hicieron que la talla directa quedase arrollada por el sacado de puntos, que es una técnica más segura y de la cual nos ocuparemos, quizás, en otra ocasión.