Murió con las botas puestas

 

Los abuelos del pintor habían  emigrado desde la ciudad de Cesena, en Italia, cruzando los Alpes para llegar a Francia. De los muchos hijos que tuvieron, tan sólo pervivió el padre del pintor que se estableció en Aix-en-Provence. Aquí nació Paul Cézanne, en enero de 1839. El apellido fue adoptado por la familia en recuerdo de su ciudad de origen. El padre recordaba su penosa infancia y cómo a base de trabajo, esfuerzo y ahorro, había pasado de aprendiz  a patrón fabricante de sombreros. Soñaba con que su hijo fuese su colaborador y que un día tomara las riendas del próspero negocio; continuamente mostraba su desdén por los oficios poco seguros y en especial el de la pintura. Y así hubo de sufrir el pintor la fuerte oposición de su progenitor a las tendencias irresistibles que sentía hacia el arte. En su infancia tuvo dos amigos, Baptistin Baille, futuro ingeniero y Emile Zola, que llegaría a ser el escritor más famoso de su época. Cuando dejaba las clases en la escuela, Cézanne asistía a la academia municipal de pintura. Más tarde, con el único propósito de complacer a su padre, se matriculó en derecho. Aún habiendo superado el curso, detestaba de tal manera los estudios jurídicos que el padre, muy a su pesar, le permitió su traslado a la capital francesa (1861) para estudiar arte.

La estancia en  París  no fue muy satisfactoria, su carácter adusto, retraído e inseguro no le reportaron muchos amigos. Los nulos progresos y  la dependencia económica, le hicieron volver con la familia. Su padre había prosperado hasta conseguir ser propietario de un pequeño banco, en el que Cezánne entró a trabajar sin demasiado interés; se entretiene dibujando en los márgenes de los libros de cuentas. Al  año siguiente regresa a París para realizar el ingreso en la Escuela de Bellas Artes pero es suspendido. Su máxima ilusión, para agradar al padre, es que le admitan un cuadro en el Salón de París. Cada año presenta una o dos obras que le son rechazadas sistemáticamente; tan sólo en 1882 le admitieron un cuadro porque entre los miembros del jurado se encontraba un amigo suyo.

Quizás fue el pintor más vapuleado por la crítica; su obra fue ridiculizada e ignorada durante largo tiempo.  Pero su voluntad inquebrantable ante las adversidades, le hicieron continuar en su empeño; inaccesible al desaliento, siguió pintando. Al menor signo de interés por parte de alguien hacia un cuadro suyo, se lo regalaba de inmediato; de esta forma repartió gran cantidad de su obra. El tío Tanguy, modestísimo marchante al que Cézanne tenía confiadas las llaves de su taller, estaba autorizado para vender sus pinturas a 40 y 100 francos, según tamaño. El cliente podía elegir entre montones de telas enrolladas y apiladas en el pequeño estudio. Cuando el comprador no podía permitirse las tarifas, Tanguy echaba mano de algunos grandes lienzos donde el artista había pintado motivos distintos por separado, y con las tijeras recortaba el tema elegido, por lo que el aficionado podía llevarse dos o tres “Manzanas “de Cézanne por un precio ínfimo.

Tomó parte en  las exposiciones de sus compañeros impresionistas, conoció a Rodin y a la pintora norteamericana Mary Cassatt que dijo de él, ser una persona tierna y encantadora a pesar de su adustez. En 1886 se casó con Hortense con la que ya tenía un hijo. En 1895, el marchante Ambroise Vollard, su gran valedor y amigo, le organizó una
exposición en su galería de París, en la que despertó gran interés por parte de los jóvenes artistas de vanguardia. Por fin su pintura comenzó a valorarse, siendo parte de su obra un  gran referente para el Cubismo de Picasso y Braque. En 1.906, mientras pintaba en el campo, un fortísimo chaparrón de octubre le hizo caer desvanecido. Algunos días después moría de pulmonía y casi como él había deseado al afirmar poco antes: «Estoy viejo y enfermo, pero me he jurado a mí mismo morir pintando».