Mármol (y II)
En la actualidad las canteras del monte Pentélico permanecen cerradas y protegidas por el estado griego; tan sólo se extrae el material que va demandando la restauración del Partenón y demás edificios de la Acrópolis.
Pero hablar de mármol es hablar de Italia. La península en forma de bota está salpicada de yacimientos en toda su extensión; es el primer productor mundial y, por lógica, el país puntero en tecnología de extracción labra y manufactura del precioso material. Los mayores avances técnicos y tecnológicos empleados en todo el mundo, tienen su origen en Italia. Por tales razones de peso, esta tierra de los antiguos Etruscos, tiene ganado merecidamente el apelativo de “Patria del Mármol”.
Pero la zona conocida mundialmente es la provincia de Massa Carrara en la región de la Toscana, en los Alpes Apuanos. Dentro de ésta, la Meca del mármol es la ciudad de Carrara; con más de trescientas canteras en activo (muchas de ellas se remontan a la época romana), se extraen anualmente casi un millón de toneladas de oro blanco. En aquellas montañas se perdía Miguel Ángel para soñar, para huir de de la ira de Julio II o para mezclarse en cordial camaradería con los rudos canteros, dirigir las extracciones y examinar minuciosamente los bloques que necesitaba para su elevado quehacer. Cuando se marchaba de aquellos lugares, siempre comentaba que volvería para tallar en los acantilados un coloso marmóreo que los navegantes divisarían desde lejos por su blancura. Su intensa actividad, compromisos y sufrimientos, le impidieron realizar su sueño.
En Carrara, se piensa, se habla se discute, se compra y se vende mármol. Pero no sólo mármol de todos los colores, texturas, calidades y precios. Debido al ya referido potencial tecnológico, y para amortizar la costosísima maquinaria, Carrara importa grandes bloque de piedras, granitos y mármoles de todos los confines del mundo que, una vez manufacturados, vuelve a exportar. Es imposible que en su puerto, un arquitecto no encuentre el material buscado por raro que sea. Las calles de Carrara bullen de turistas curiosos que observan cómo se trabaja en los pequeños talleres de escultura; las tiendas ofrecen toda clase de figuras labradas en mármol; las ferreterías especializadas expenden todo tipo de herramientas de talla. Los artistas buscan en pequeños almacenes su bloque grande o pequeño y discuten con el propietario el precio del mismo.
El mármol “Blanco carrara”, el más famoso del mundo, se presenta en muchas clases o calidades; de todas ellas, la tercera o “Bianco venato” tiene gran interés comercial, la segunda o “Bianco unito” contiene el 98% de carbonato cálcico, la producción y consumo de éste es intensiva. Por último, el rey de los mármoles, el mítico, el utilizado por Donatello, Luca della Robbia, Torrigiano, Verrocchio, Miguel Ángel, Bernini, Antonio Canovas y otros tantos, el mármol reservado exclusivamente para la escultura y trabajos arquitectónicos de gran exquisitez y valor, el de primera clase: “BIANCO PURO”, así llamado porque contiene un 99,9% de carbonato cálcico. Es de grano fino, muy dócil a los ataques de la herramienta; pulido y abrillantado da unas superficies sedosas, de tal suavidad al tacto, que la talla de un desnudo transmite, entre otras, sensaciones voluptuosas. Como valor añadido, el paso del tiempo le hace ganar en belleza.