La piedra
Aquellos individuos de revuelta cabellera, largas y desaseadas barbas, y cubiertos de pieles, tallaban las piedras de cuarcita o de sílex golpeando una contra. Situados lejos en el tiempo pero no en la distancia (se han recogido cuarcitas talladas en las vegas del Jabalón). La procedencia etimológica de la palabra “escultura” es del verbo latino sculpere, con el significado de labrar o tallar la piedra, madera o metal. De un lado, aquellos antecesores no podrían catalogarse como los primeros escultores paleolíticos porque los objetos esculpidos tenían un fin utilitario o belicoso. Sin embargo, la muy oronda y famosa “Venus de Willendorf” (minúscula figura tallada en piedra caliza), fue descubierta entre las industrias líticas de un yacimiento del Paleolítico Superior. Ya había, por tanto, un artista que no sólo sabía tallar hachas, raederas y puntas de flechas. A partir de aquí, o mejor de allá, sería prolijo e innecesario enumerar las civilizaciones que han empleado este material para sus actividades artísticas.
La piedra es un material idóneo para la escultura, pronto fue catalogada como apta por sus muchas características, entre ellas la durabilidad y resistencia a la intemperie. Por su gran variedad en dureza, color, textura y grano, pueden elegirse las que mejor se adapten al proyecto escultórico. Las canteras son los lugares de extracción del material, muchas de ellas se siguen explotando desde hace siglos. Casi toda la producción se destina a la arquitectura. A más dureza, más dificultad en la talla pero se consigue mejor pulimento. Las piedras recién extraídas de la cantera se tallan mejor pues, al contener humedad, facilitan su labra. Por el contrario, las piedras blandas se dejan un tiempo para que pierdan la humedad y adquieran más dureza.
Entre las piedras extremadamente duras están: el basalto, pórfido, diorita, gabro, cuarcita etc. Fueron utilizadas por los egipcios y las herramientas empleadas para su labra encierran un misterio ya que, en las épocas de su ejecución, el metal que conocían era el cobre. Aunque se catalogan aparte, los granitos podrían incluirse en las piedras duras. Hay piedras de menor dureza como las calizas y areniscas, estas últimas no admiten pulimento.
Muchas herramientas para la escultura en piedra, son comunes a las utilizadas por los canteros. Entre las más conocidas está el cincel, consistente en una corta barra de acero con filo en un extremo y fabricados con distinta anchura de boca; las gradinas son cinceles dentados, los punteros acaban en punta piramidal. Todos son golpeados con la maceta o maza (actualmente sustituidos por martillos neumáticos). En la construcción de iglesias y catedrales, se instalaban fraguas portátiles a pie de obra. Los herreros aguzaban y templaban las herramientas que continuamente se iban desgastando. Además de ser buenos forjadores, debían conocer a la perfección los secretos del templado del acero. Un cincel con poco temple, se mella y desgasta a los pocos golpes; si el temple es excesivo, el cincel, con demasiada dureza, se quiebra por su fragilidad. Actualmente, la herramienta de acero se ha substituido por la WIDIA (wie diamant), se obtiene calentando con carbón polvo de tungsteno, incluyendo 10% de cobalto. Este material de elevada dureza, se fabrica en pequeñas plaquitas que se incrustan en las bocas de las herramientas. Para desbastar un bloque, se utilizan radiales con discos diamantados (el borde del disco lleva adheridas partículas de diamante). El pulido final se consigue con toda una gama de materiales abrasivos más eficaces que la antigua piedra pómez.
Por distintos motivos, la escultura en piedra es cada vez menos frecuentes; muchas escuelas de Bellas Artes vienen dejando de lado la enseñanza de esta actividad artística milenaria.