¡Carcomas!
En el silencio de la noche o en la quietud de las siestas veraniegas, se oye su cansino, monótono y característico sonido: raas… raas… Excava galerías como un minero ciego, de día, de noche, a todas horas, siempre que no detecte ruidos cercanos; al aproximársele o dar un pequeño golpe en la madera, deja su actividad automáticamente. La carcoma es la larva de un coleóptero xilófago, es decir, se alimenta de la madera. El gusano de color lechoso que puede medir hasta 18 mm. De cuerpo extremadamente blando excepto su minúscula boca o pico. El insecto pone los huevos en las grietas o rendijas de la madera y cuando salen las larvas, todo su entorno es comida. Pueden comenzar a alimentarse tallando túneles en la dirección de la veta. Pululan, sin ser perceptibles, en el interior de una vieja mecedora; hasta que un día decidimos descansar en ella con leves balanceos y, de pronto, percibimos que algo falla bajo nuestra humanidad, desplomándonos con el consiguiente sobresalto doloroso. A veces, bajo los muebles, se observan montoncitos de harina de madera o, en las superficies de éstos, pequeños agujeros de varios milímetros de diámetro.
José María Osorio, tuvo su modesto taller en la calle de San José, próximo a la del Seis de Junio. Excelente maestro, torneaba bellos bolillos y balaustres valiéndose de un rudimentario torno accionado a pedal. De este artefacto, de sus precisos cálculos y de sus manos maestras, salieron las barandas y balaustradas de nuestra Casa Consistorial, así como las que había en el desaparecido Hotel París. Bien, pues cuando le hacía una visita para verlo tornear, charlábamos de temas variopintos, y refiriéndose al susodicho gusano taladrador, él había observado en muchas ocasiones, mientras descansaba liando un cigarrillo de picadura (antiguo tabaco “arrancapechos” que se vendía en pequeños paquetes), que el avance por las galerías lo hace barrenando, es decir, girando su pico a guisa de barrena. La guía o pequeño apéndice helicoidal de una antigua barrena de mano se llama gusano, el barrenillo es otro coleóptero que ataca a algunos árboles; coincidencias semánticas no casuales.
La carcoma se alimenta de distintas clases de madera, son dignas de su dieta: el olmo, haya, varias clases de pino, chopo, castaño, roble y otras, además de atreverse con la dura encina. Desestima las maderas resinosas y olorosas, entre otras: el pino que contenga mucha resina, cedro, enebro y sabina. Con delgadas tablas de estas dos últimas, se forraban los arcones y baúles para evitar las polillas. Habitan en muebles antiguos y menos en los de hoy, la mayoría de éstos se fabrican con tableros aglomerados (viruta, serrín y cola), cubiertos de madera laminada, este producto no les gusta. La madera maciza actual pasa por hornos de vapor, eliminando así, los posibles insectos.
La carcoma tiene un protagonismo muy negativo en el arte, ha causado estragos en la imaginería de todas las épocas. Muchas esculturas antiguas, talladas en las maderas arriba indicadas, han sido víctimas de este gusano. Algunas de ellas se han desmoronado al intentar manipularlas, quedando prácticamente irrecuperables. Los huevos que puso el insecto en el tablón, tras su metamorfosis, fueron imposibles de detectar, con lo que la escultura ya llevaba el mal en su interior, cual griego en el caballo de Odiseo. Además, la carcoma no sabe distinguir entre una valiosa talla policromada románica o la humilde pata de una silla de zaguán. Paradójicamente, algunos falsificadores de tallas antiguas, rozan golpean y disparan a la pieza, a distancia conveniente, con cartuchos de perdigones para imitar los orificios de estos dañinos tallistas.