Obras de arte que ya no están

 

De todos es conocida por grabados, dibujos y otras recreaciones, la existencia del “Coloso”, gigantesca estatua en bronce erigida en honor del dios Helio, en la isla griega de Rodas (siglo tercero a.C.). También por referencias, el escultor griego Fidias realizó la ciclópea estatua de Zeus, en marfil y oro, para el templo de este dios en Olimpia. Sirvan estos dos ejemplos y los siguientes como muestra de las muchísimas obras de arte que desaparecieron por destrucción, incendios, terremotos, robos y otras causas.

En la realización de la estatua ecuestre de Felipe IV (de la que ya se habló), concurrieron varios artistas. El escultor jienense, afincado en Sevilla, Juan Martínez Montañés, realizó la cabeza del monarca. Hoy conocemos la escultura pero la cabeza modelo desapareció.

En una de sus huidas de Roma por una grave reyerta, el gran maestro del Tenebrismo, Caravaggio, se acogió bajo la protección de Marcio Colonna. Necesitado de dinero el artista para continuar hacia Nápoles, pintó para su protector “La cena de Emaús” (Pinacoteca de Brera, Milán), además de una “Magdalena”, de la cual sólo quedan copias de otros artistas.

Ante las quejas que varios pintores presentaron al citado rey Felipe IV por el nombramiento de Velázquez como pintor de palacio, “a dedo” (ayudado por el Conde Duque de Olivares, también sevillano), el monarca convencido de la valía del pintor, ordenó convocar un concurso por el cual, los pintores que lo desearan podrían presentar una obra que sería examinada por un grupo de expertos. Entre todos los trabajos que concurrieron, se eligió por unanimidad el cuadro de Velázquez, por lo que, el de Sevilla continuó ocupando el puesto para el que había sido nombrado con anterioridad; no se sabe el paradero de esta obra.

El escultor florentino, Pietro Torrigiano (el que propinó a Miguel Ángel un puñetazo siendo ambos jóvenes), durante su estancia en Sevilla realizó una virgen por encargo del duque de Arcos. No satisfecho con la cantidad que se le pagaba y dado su fuerte carácter, rompió la imagen, siendo encarcelado por la inquisición. Murió, al parecer, por huelga de hambre en la prisión del “Santo Oficio”. Además modeló un busto de la reina Isabel de Portugal, consorte de Carlos I de España y V de Alemania. Este retrato engrosa el número de obras de arte desaparecidas.

En 1.815 el Congreso de representantes de Carolina del Norte, acordó encargar al escultor italiano Antonio Canova una estatua de George Washington, primer presidente de los Estados Unidos, para el capitolio de Raleig. En 1831 la estatua de mármol quedó destruida por un incendio. En este caso, el original en yeso se conserva en el museo de Possagno, ciudad natal del escultor.

Otra obra digna de haber sido admirada fue el caballo de Leonardo da Vinci. Durante su residencia en Milán, bajo el mecenazgo del duque Ludovico Sforza, éste le encargó una estatua ecuestre en memoria de su padre Francisco Sforza. Tras largos años de estudios, proyectos y demoras, llevó a cabo el original del caballo (posiblemente en yeso), de proporciones gigantescas (se dice que medía siete metros de altura por los mismos de longitud). Debido a las necesidades del duque, en guerra con Francia, dedicó el bronce destinado al caballo para fundir cañones. En espera de una nueva remesa de metal, el modelo se fue deteriorando a la intemperie hasta que no quedó nada de él. La pérdida de esta obra (también por dilaciones del propio Leonardo), le causó el mayor disgusto de su vida. Además realizó varios trabajos escultóricos que se han perdido, sólo quedan referencias de los mismos por los dibujos y bocetos.

Al año siguiente de morir el padre, la madre de Van Gogh se marcha de Nuenen (países Bajos), donde a la sazón tenían el domicilio familiar. Dada la precariedad económica de la anciana, los cuadros que había dejado el pintor en la casa, al marchar a París, los malvende a un trapero por diez centavos cada lienzo; los desechados por el chamarilero y que nadie le quiso comprar, los quemó.