El vino en el arte (y II)

Muchos pintores han descrito en el lienzo otro pasaje bíblico muy conocido; en éste, Jesús es invitado a una boda y en el transcurso de la misma se acaba el vino. Ante los ruegos de su madre (y quizás recordando las excelencias de esta bebida a través de Pedro), decide sacar del apuro a los novios. En la ya citada en otra ocasión “Bodas de Caná” del Veronés (Louvre), se describe un grandioso espectáculo con más de cien figuras, de tal escenografía, que el relato del casamiento de los textos sagrados más parece un pretexto para la realización de la imponente obra pictórica. Del maestro de Verona es también “Jesús en las bodas de Caná” (Prado), de menores dimensiones. Juan de Juanes (1523-1579), pinta el otro tema bíblico “La cena” (Prado), y Leonardo con anterioridad, realiza el ya conocido y deteriorado fresco “La última cena” (Milán). En esta última reunión con sus apóstoles, el Maestro decide que el vino es su sangre.

La mitología griega y después la romana, presenta a dos personajes íntimamente ligados a los caldos. El primero es Dionisos (más tarde el Baco romano), dios griego del vino. Quizás una de las representaciones escultóricas más antiguas de esta divinidad sea el marmóreo “Hermes con el niño Dionisos” (Museo de Olimpia). Con tan sólo veintidós años, recién llegado a Roma, donde nadie le conocía aún, Miguel Ángel por mediación de un amigo, recibe el encargo del cardenal Riario para que le esculpa un Baco. El “Divino” labra un bello efebo desnudo con una copa en la mano y tocado de guirnaldas de uvas; pegado a él, un pequeño sátiro come de unos racimos (Museo Bargello, Florencia). En los jardines del Palacio Real de Aranjuez, hay una fuente en la que el orondo y broncíneo dios, a lomos de un tonel, levanta su copa (obra del escultor J. Jonghelinck, 1530-1606). No podía omitirse a Velázquez con su “Triunfo de Baco”, más conocido por “Los borrachos” (Prado). El segundo juerguista es Sileno, el dios menor de las cogorzas. Rubens lo describe viejo, carnoso y barrigón en “Sileno borracho” (Gran Pinacoteca, Munich). Un mármol clásico (Louvre), lo representa feísimo y borrachín, con racimo y copa.

Al margen de la mitología y religión, el cultivo de la vid, según la Arqueología y Prehistoria, tiene sus orígenes en el Neolítico. Los artistas se han inspirado en lo que el vino tiene de trabajo y diversión para dibujar, pintar o esculpir esta temática milenaria. En papiros y frescos de numerosas tumbas egipcias del Valle de los Reyes (III milenio a.C.), ya se pintaban las faenas de viticultura y vinicultura. En una casa de Herculano se conservó, tras la erupción del Vesubio (79 d.C.), la pintura mural de un banquete en el que corre el vino. En la escultura profana del Románico y entre su diversa temática, ha quedado tallado en madera o piedra, en los capiteles de las columnas o modillones de los aleros, el típico hombrecillo o duende que transporta, monta o se asoma tras un tonel de vino. Es tema frecuente en las robustas iglesias de las zonas donde se cultiva la vid.

En muchos países de Europa, es costumbre premiar en la comida del día de Reyes al que encuentra el grano de haba en su trozo de pastel. El afortunado es coronado rey del animado y opíparo banquete familiar. Todos deben obedecer sus caprichos y beber cuando él levanta su copa. El pintor de Amberes (contemporáneo de Rubens), Jacob Jordaens (1593-1678), representa hasta nueve veces esta costumbre flamenca con el título de “El rey bebe”, tema favorito del pintor. Sería imperdonable no citar a Goya y su elegante “Otoño”, conocido popularmente por “La vendimia” (Prado).

En la pequeña pero bellísima iglesia (Barroco tardío, principios del XVIII), de la localidad vecina de San Carlos del valle (los chapiteles de la misma fueron realizados, según mi padre, por unos carpinteros antepasados nuestros), cuatro figuras talladas en piedra caliza flanquean las esquinas del templo; su actitud es bulliciosa y jaranera. Desde la fachada de la plaza y comenzando por la derecha, la primera (según cuentan, porque no tiene manos), tocaba las castañuelas, la segunda sí toca la guitarra, la tercera hace sonar el almirez y la cuarta, correspondiente a la torre del reloj, que es la que viene al caso, adopta una pose eufórico-etílica mientras escancia vino de una gran bota.

Y por último, para que no “nos den las uvas”, el Museo del Vino, en Valdepeñas, exhibe “En la viña”, pareja de vendimiadores en hierro forjado y soldado que, hace algún tiempo, donó a dicho museo el que suscribe.