El arte como terapia
Hace varios años, una galería de Nueva York subastaba un conjunto de dibujos realizados a lápiz y a bolígrafo. Se trataba más bien de elementos sueltos: garabatos, trazos rápidos, casas, árboles, rostros y algunos animales. El soporte de estos dibujos era el papel, sin calidad para este menester y de variada procedencia: hojas de bloc de notas, márgenes de un escrito, trasera de un recibo etc. Estos apuntes no hubieran tenido importancia de no ser por el autor: John Fitzgerald Kennedy. Gran parte de éstos, los realizaba durante sus largas conversaciones telefónicas; en el transcurso de las mismas, el carismático y malogrado presidente norteamericano, garabateaba incesantemente sobre cualquier papel que tuviera a su alcance.
Muchos personajes con grandes responsabilidades o abrumados por el trabajo, han buscado un entretenimiento o cambio de actividad que les permitiera descargar la mente de tensiones. Deporte, escritura, música etc. (el matemático Banesch Hoffmann de la universidad de Nueva York, tocaba el piano acompañado al violín por Albert Einstein). Otros han encontrado en el dibujo, pintura y escultura el medio más idóneo para el descanso mental. Curiosamente los artistas plásticos, para relajarse de su actividad, cambian de disciplina (Tintoretto y Ticiano, tocaban el laúd, Ingres el violín).
La dedicación a la actividad plástica, ha sido llevada a cabo en mayor o menor medida por los personajes más dispares. El primer ministro inglés Winston Churchill, dejaba de lado, durante algunas horas, los partes, las batallas y los problemas bélicos, para ponerse delante del caballete. Al acabar la segunda contienda mundial, siguió haciéndolo. En 1950 se publicó un libro suyo: “La pintura como pasatiempo”. En éste, el notable político, explica las agradables horas que pasó pintando sin otras intenciones que no fueran las de relajación, entretenimiento y satisfacción personal, sin pretensiones artísticas. No ocurrió lo mismo con su antagonista Adolfo Hitler, dedicado en principio a la pintura y con aspiraciones de artista; fue rechazado dos veces por la Academia de Viena. Quizás esta frustración, le llevó a volcar su odio y resquemor en la política y la guerra.
Cierto día, el actor inglés Peter Cushing (1913-1994), especialista en películas de terror, (Wilhuff Tarkin, en “la Guerra de las Galaxias”), se acercó a una hermosa casa de campo para pedir que le llenaran de agua el recipiente de aluminio que portaba. Los dueños, un matrimonio mayor, quedaron agradablemente impresionados al reconocerle; eran aficionados al cine y habían visto muchas de sus películas. El actor les explicó que había agotado el elemento fundamental para la acuarela que estaba realizando en las inmediaciones. De muy joven ya practicaba el dibujo y al retirarse del cine, siguió cultivando su afición por la pintura. El también actor mejicano Anthony Quinn, además de adquirir obras de arte, practicaba la escultura. En otro ámbito, el gran erudito Goethe, ilustró personalmente su obra literaria “Viaje por Italia”, con infinidad de bellísimos dibujos. El omnímodo genio alemán, también era un excelente pintor.
En algunos casos, artistas que hubieran triunfado en la pintura, siguieron otros derroteros para alcanzar la fama. Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916-Madrid 2000), interesado, entre otras cosas, por las artes plásticas, ingresa en la Escuela de Bellas Artes de S. Fernando de Madrid. Realizó dibujos, pinturas y numerosos carteles propagandísticos durante la Guerra Civil. La contienda cambia el rumbo de su vida y se decanta por el teatro con lo que, perdimos un pintor y ganamos un gran dramaturgo. El gaditano Rafael Alberti (1902-1999), anduvo inmerso en sus dos vocaciones, la pintura y la poesía, decantándose, sin abandonar la primera, por la segunda. El “Museo de dibujo” Castillo de Larrés”, cerca de Sabiñánigo, Huesca (cuelga un pequeño dibujo de Gregorio Prieto), muestra varios trabajos del Nobel de medicina Ramón y Cajal, apasionado del dibujo y que utilizaba en sus trabajos de investigación microscópica. El ex ministro de justicia Juan Fernando López Aguilar, es un excelente caricaturista y el torero Palomo Linares, hace tiempo que lidia más con el lienzo blanco que con el rojo.