Arte Planetario

Muchas civilizaciones desaparecidas y sin desaparecer (por ahora), han cultivado y cultivan la ciencia de la astronomía; personajes como Tolomeo, Copérnico, Kepler, Galileo (amenazado peligrosamente por la inquisición), dedicaron parte de su tiempo a investigar lo que hay y puede haber fuera de nuestro planeta. Hace pocos días, los astrónomos catalanes Andreu Font e Ignasi Ribas,  publicaban en al revista Astrophysical Journal Letters un trabajo sobre el descubrimiento de un cuerpo celeste en la constelación de Leo. Según estos astrónomos, que han recreado el planeta mediante técnicas informáticas, podría tener las condiciones necesarias para la existencia de vida.

Pero mucho antes de que el hombre dispusiera de la tecnología necesaria para indagar en el universo y ver como es, fueron los artistas los que  visitaron el sistema solar con la imaginación y con sus pinceles, recreando mundos desconocidos, mostrándonos bellísimas imágenes y, lo más inquietante, con un carácter marcadamente profético. Un siglo antes de los llamados programas espaciales, un grupo de astrónomos artistas se dedicaron a describir en sus lienzos las posibles apariencias de planetas observados con sus modestos telescopios y con los que tan sólo podían ver unas esferas más o menos grandes y más o menos luminosas.

El pionero del arte espacial fue el artista y astrónomo francés Lucien Rudaux (1874-1947). Escribió varios libros divulgativos y los ilustró con numerosas pinturas y dibujos. En 1965, la sonda espacial “Mariner 4” fotografió por primera vez los cráteres de Marte. Los científicos quedaron sorprendidos ante la similitud de las fotografías con las pinturas e ilustraciones proféticas de Rudaux. Fue también el primer pintor que realizó recreaciones de la Luna; con visión exacta, pintó la superficie plateada de nuestra esfera vecina con enorme semejanza a las fotografías que se obtuvieron del satélite en el proyecto Apolo. En 1925, el abate Théophile Moreux, ayudado de un pequeño telescopio e infinito tesón y paciencia, logró pintar una recreación de Saturno visto desde uno de sus satélites interiores, Mimax. Su visión del coloso anillado, es muy similar a las fotografías tomadas con el potente telescopio del observatorio de Lick (California). Por su proximidad al sol, Mercurio fue un planeta difícil de observar, con la consiguiente dificultad para su recreación. Pero en 1949, el arquitecto, astrónomo y artista Chesley Bonestell (1888-1986), (experto en efectos especiales, diseñador y maquetista de naves espaciales para notables películas de ciencia ficción, así como ilustrador de libros y novelas del género), publicó una pintura en la que describía un paisaje áspero, estéril y agujereado por infinidad de cráteres. Su visión fue de una exactitud pasmosa; en 1974, la superficie mercuriana fue fotografiada por la nave espacial “Mariner 10” y pudo comprobarse que el trabajo del artista era muy semejante al de las fotos obtenidas por la nave

En la década de 1950, los técnicos espaciales Wernher von Braun y Willy Ley publicaron en la revista Collier´s una serie de artículos sobre las posibilidades de exploración del espacio. Las publicaciones  se complementaban con ilustraciones del artista ya citado Bonestell. Estos trabajos contribuyeron a motivar e impulsar el desarrollo de los programas espaciales estadounidenses. El arte espacial convenció a los escépticos de que la exploración del espacio no sólo era un sueño. Además influyeron en el pensamiento humano, obligando a procesar y reconciliar los descubrimientos del cosmos con nuestro lugar en él.