El humilde lápiz (y II)
El ebanista e inventor William Monroe de Concord (Massachusetts), desarrolló en 1813, una máquina que fabricaba delgadas tablillas con una acanaladura longitudinal, central y semicircular; pegaba dos de ellas con un barrita cilíndrica de grafito en el interior, ocupando el hueco de las acanaladuras. Fueron los primeros lápices parecidos a los de hoy: grafito envuelto en madera, pero sin llegar al acabado de la fabricación posterior.
Por otra parte, Joe Dixon de Marblehead, también de Massachusetts, con sólo trece años ya le dedicaba su tiempo a la fabricación y perfeccionamiento del protagonista de esta historia. Pensaba en una producción masiva y un precio razonable pues en aquellos tiempos era prohibitivo. Utilizaba el grafito que los barcos estadounidenses cargaban como lastre para su regreso en el comercio con Oriente; los navíos lo descargaban en aguas poco profundas de la bahía de Marblehead, su procedencia era de Ceilán y actualmente se sigue utilizando como el mejor grafito del mundo para la fabricación de lápices. Con el tiempo y aparte de otros inventos, Dixon construyó una máquina que cepillaba y acanalaba tal cantidad de tablillas que podía producir l40 lápices por minuto. También inventó una máquina que hacía salir a presión la mezcla de grafito y arcilla por un orificio con el diámetro de la mina, a modo de un delgado fideo negro. Soñaba con poder abastecer a los soldados en la Guerra de Secesión, ya que para éstos resultaba engorroso llevar al frente la pluma de ave y la tinta; el lápiz era el instrumento que solucionaba el problema y permitía escribir a sus familias de una manera seca y limpia. En 1872, tres años después de la muerte de Dixon, la fábrica por él fundada, producía 86.000 lápices al día. Así se cumplió, por fin, el sueño del inventor, es decir, poder ofrecer al público un lápiz de calidad al precio de cinco centavos. Naturalmente el lápiz fue adoptado por la multitud de empleados y los miles de administradores que produjo la Revolución industrial.
El lápiz de uso normal tiene una longitud de dieciocho centímetros, puede trazar una línea de 55 kilómetros, escribir 46.000 palabras y superar diecisiete veces el afilado con maquinilla; puede llevar incorporada una goma de borrar, acoplada al extremo opuesto mediante un casquillo metálico. La madera para la envoltura es de cedro, de veta recta, ligera, blanda y olorosa, la mejor procede de California, de sus centenarios cedros de Alta Sierra; el lápiz actual está compuesto de cuarenta materiales diferentes.
El mundo de las artes plásticas dispone de una amplia gama de lápices para las distintas especialidades del dibujo. La sección hexagonal del lápiz permite que éste se mantenga estable en un tablero de trabajo ligeramente inclinado. También se fabrican las minas sin madera para utilizarlas en portaminas metálicos. La variedad de durezas permite la obtención de distintos grisados, desde el tono más suave al negro intenso.
Los lápices de colores son idénticos a los de grafito en la envoltura, pero la mina está compuesta de pigmentos colorantes aglutinados con cera; la gama cromática es amplísima, más de 75 colores. Se asocia erróneamente la idea de estos lápices con una actividad infantil. Sin embargo, pueden conseguirse trabajos verdaderamente artísticos; fueron utilizados por muchos maestros impresionistas, entre ellos Tolouse Lautrec que realizó excelentes trabajos con este medio. Los lápices acuarelados permiten, una vez acabado un trabajo, humectar el papel con agua o fijador para obtener brillos, aunque sólo parecidos a los colores de acuarela.