Sordera y genialidad (y II)

Efectivamente, pero hubieron de transcurrir seis años para que el pintor transformase  un retazo de la historia de España en la más soberbia obra de arte y sobrecogedora crónica de guerra reflejada en una tela:”Los fusilamientos del tres de mayo”. En el lienzo, el pintor refleja una metáfora bélica que podría estar ocurriendo en cualquier parte y momento del mundo actual. Se ha  considerado como el cuadro histórico más dramático jamás pintado y la más severa acusación del arte contra la crueldad humana. La pintura tiene unas medidas de 3,47m.x 2,68m. Se ha especulado sobre si el pintor pudo presenciar los fusilamientos, escondido en algún lugar, pero se ha descartado esta hipótesis. Junto con este cuadro y en la misma época, el artista pintó el lienzo gemelo en tamaño: “La carga de los mamelucos” o “El dos de mayo” (existe un boceto a color en una colección particular), de igual dramatismo y expresividad. Ambos han vuelto a ser expuestos en el Prado, recién restaurados, con motivo del Segundo Centenario de la Guerra de la Independencia.

Don Francisco José de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos, pequeño pueblo de Zaragoza, en 1746 y murió en Burdeos en 1828. A los trece años, aprendía en el taller de José Luzán. Fracasó en dos ocasiones al intentar obtener una beca para estudiar en Madrid. Por lo cual, se marcho a Italia por su cuenta y por espacio de un año, estudiando los grandes maestros de la pintura italiana.  En sus años mozos, era un muchacho fuerte, inquieto y violento; igual tocaba la guitarra, bailaba o tomaba el florete de esgrima; amante de los toros, se dice que durante un tiempo también practicó este arte. Su personalidad le hizo ganar amigos en todas las esferas sociales. Tuvo  un gran éxito con las mujeres e innumerables amoríos.

A su regreso de Italia se casó con Josefa Bayeu, hermana del pintor Francisco Bayeu, quien le introdujo en el mundo de los patrocinadores del arte. Le proporcionó el encargo de dibujar cartones para la Real Fábrica de Tapices. Sus trabajos son tan elogiados, que su contrato se le va renovando sucesivamente para nuevas series.

Comenzó a pintar por cuenta propia, compaginando los cartones con los trabajos del taller, consiguiendo buenos clientes como el duque de Osuna. A los 46 años, tras una grave enfermedad, Goya comienza a perder audición hasta quedar totalmente sordo. Pero sigue trabajando, los encargos son cada vez más numerosos y su nombre se va encumbrando. Cincuenta años tenía el pintor, cuando la hermosa duquesa de Alba se cruza en su vida, ella tenía treinta y tres. Se instaló en casa de la aristócrata (con la intención de pintar lienzos para ella), entre otros, llevó a cabo varios retratos, uno con la dedicatoria: «de su amigo Goya».

  Cuando, después varios años se distanciaron, Goya era el pintor más eminente de España. Pintor de Cámara de Carlos III, Carlos IV y Fernando VII, realizó espléndidos retratos de las familias Reales. Además llevó a cabo otros enjundiosos trabajos: varios gigantescos murales, lienzos de variada temática, decenas de retratos, tres grandes series de grabados al aguafuerte (“Los caprichos” “Los desastres” y “La tauromaquia”). Aún con estos logros, siguió pintando hasta el final de sus días. Está considerado como unos de los más grandes pintores del mundo. Su estilo vigoroso y expresivo, marcó las directrices de un futuro en  la pintura, no en vano se le ha denominado como el último de los clásicos y el primero de los modernos. Su sepulcro está en Madrid  en la ermita de San Antonio de la Florida.