El impresionista asceta

El muchacho, de apenas catorce años, trotaba alegremente al lado del tranvía de caballos por las calles parisinas cuando se dirigía a realizar algún recado que le habían encomendado. Trabajaba en un taller de construcción y reparación de vidrieras. Cuando el encargo debía realizarlo lejos del taller, el maestro le daba algunos céntimos para coger el tranvía, pero el chico hacía el viaje corriendo; sin pérdida de tiempo para su maestro,  el precio del billete se lo guardaba para comprar dos hojas de papel de dibujo. Cuando tenía cinco años ya había decidido que sería pintor; vivía en la humilde casa de un suburbio  de la capital francesa. El suelo de la cocina era su lienzo particular, donde pasaba horas y horas dibujando con un trozo de yeso, bajo la mirada complaciente de sus padres.

Georges Rouault (París, 1871-1958), era hijo de un modesto ebanista, la economía de la casa era tan precaria, que su padre no podía comprarle útiles de dibujo. Pasado un tiempo, el maestro vidriero viendo la aplicación del muchacho, le concedió un aumento de sueldo, con lo cual, pudo asistir a las clases nocturnas de la Escuela de Artes Decorativas. Cuando tenía veinte años, dejó el taller para cumplir el sueño de su vida: matricularse en la Escuela de Bellas Artes. Su estancia en el taller vidriero le familiarizó con los colores brillantes e intensos que en una de sus etapas desarrolló en su pintura. Su aspecto a la sazón, era flaco, desnutrido, de grandes ojos azules, rostro enjuto y pálido, con el aspecto de un monje ascético. Su maestro en la escuela, Gustavo Moreau, le animó a practicar la temática religiosa, lo tomó como alumno preferido e incluso le ayudo materialmente; le regalaba trajes usados e incluso le prestaba dinero. Bajo la influencia de este benévolo maestro, el pintor se abrió camino en el campo de la pintura bíblica y recibió encargos para ilustrar “El hijo pródigo” y “El niño Jesús en el templo”. A la muerte de su benefactor, éste había legado su casa y obra al estado;  Rouault, como discípulo predilecto fue nombrado director de la fundación Moreau, con un sueldo de 200 francos anuales, suficientes en aquel tiempo para una existencia tan austera. Pero comenzó a sentirse insatisfecho y aspiraba a realizar una pintura más personal y creativa. Sufrió una crisis que le mantuvo apartado y enfermo hasta que, convencido, abandonó las directrices de su maestro y comenzó una nueva etapa con  distinto  estilo y temática.

A principios del siglo XIX, Rouault comenzó pintar cuadros inspirados en temas cercanos, asuntos que tocaban su sensibilidad, con un fuerte expresionismo. Representó en sus lienzos a los personajes desheredados en una sociedad moderna. Sus modelos fueron prostitutas, payasos pobres de mirada melancólica, proscritos etc. Todo ello con fondos de barrios míseros y marginales. Su fuerza y desgarro, no gustaron a mucha gente; menos aún, cuando a estos personajes, el pintor añadió a jueces corruptos. Pero él seguía pintando con el recogimiento de un monje; pocas personas conocían la dirección de su residencia parisina. Por la mañana, envuelto en su túnica y gorro blanco, pintaba sin descanso, sin permitir, ni siquiera a su familia, interrumpir su labor creadora. También representó numerosas cabezas de Cristo: escarnecido, flagelado humillado, crucificado, de un sobrecogedor patetismo y angustia. Y al final, su obra fue reconocida, su mensaje comprendido; él representó a los infelices, agraviados por el poder y la avaricia, a la degradación y a  los depredadores de la humanidad.

Poco antes de morir, se llevó a cabo una antológica del pintor en Madrid y Barcelona. Falleció el 13 de febrero de 1958 a los 86 años de edad.