Los gremios

Fue costumbre en todos los países europeos desde la Baja Edad Media, por motivos económicos, religiosos, sociales y otras cuestiones, que los artesanos se agrupasen por especialidades bajo la denominación de “gremios” o “asociaciones gremiales”. En las ciudades, todos los artesanos de la misma especialidad, formaban calles e incluso barrios; algunos de éstos, en ciudades antiguas, han llegado hasta nosotros con el nombre de aquellas actividades. En nuestro Valdepeñas, debieron de existir algunos talleres en las calles que hoy llevan sus nombres: Cuberos, Bataneros y Caldereros.

Todos los artesanos y artistas, estaban sujetos a una legislación y normas establecidas por la corporación correspondiente. Estas normas debían cumplirse estrictamente y se llevaban a efecto bajo la vigilancia de funcionarios nombrados a tal fin por el gremio. Únicamente los maestros podían abrir taller; los oficiales ganaban un salario y no podían realizar trabajos por su cuenta fuera del taller o talleres en donde trabajasen. Los gremios absorbían todo el trabajo de la ciudad. Los funcionarios podían impedir que artesanos foráneos hiciesen trabajos en la misma; también revisaban el número de aprendices y oficiales de un taller, los contratos, condiciones de trabajo, precios, salarios, peritaciones, obras llevadas a cabo etc. Con las cuotas de los asociados, el gremio disponía de fondos para, entre otros capítulos, sufragar los entierros de los fallecidos en accidentes laborales y prestar ayuda a sus viudas y huérfanos.

En los talleres de pintura y escultura, las normas regían casi idénticas a las demás actividades. En Florencia, de manera atípica, los pintores estaban adscritos al gremio de médicos y boticarios. Muchas de las investigaciones, de las pesquisas, de los estudios y de los datos recabados sobre obras antiguas, proceden de los archivos que los gremios poseían en sus sedes ya que todo artista estaba obligado a pertenecer a su corporación. Se exceptuaba de tal obligación al maestro pintor o escultor que estuviera trabajando al servicio y por cuenta de un alto personaje: papa, rey, príncipe, etc. Además de las normas citadas y para abaratar costos, se adquirían materiales al por mayor para el gremio e incluso algunas agrupaciones sólo permitían utilizar lienzos y materiales de pintura que llevasen su sello.

Con el tiempo, la rigidez de tales normas, llegaron a provocar en numerosas ocasiones las quejas de los maestros, que veían mermada con tantas injerencias la autoridad en su taller. Por otra parte, artistas relevantes como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael y otros, se opusieron a aquella uniformidad y arbitrio, defendiendo la originalidad y libertad del creador y exigiendo un estatus de artista, gentilhombre y erudito, así como la libertad de distanciarse de las actividades honestas y dignas aunque puramente artesanales. Debido al ordenamiento establecido, los gremios llegaron a ser una traba e impedimento para el desarrollo económico. La Revolución Francesa proclamó, entre otras libertades, la del trabajo. También el decreto de 8 de junio de 1813 de las Cortes de Cádiz, debilitó el protagonismo de los gremios, que fueron dejando de existir.

En las actividades artísticas, el decaimiento de los gremios dio paso a la creación de las “academias” que asumieron las funciones docentes, muy importantes en el futuro de las Bellas Artes.