La pintora impresionista

Aquel rico banquero de Pittsburgo, pensaba que la mejor manera de adquirir cultura era viajando. Cogió a su familia y embarcó para dar una vuelta por Europa; este viaje duró cinco años durante los cuales, con residencia en Alemania, visitaron las ciudades europeas más importantes. A su regreso a los Estados Unidos, la familia se estableció en Filadelfia. La pequeña Mary, que contaba apenas diez años cuando el viaje, quedó impresionada de tal forma, que en los primeros años de juventud, pensó dedicarse a la pintura. Su padre, opuesto radicalmente a sus deseos, le permitió, tras incesantes ruegos, asistir a clase en la Academia de Bellas Artes de Filadelfia, uno de los pocos lugares que ofrecía la posibilidad de estudiar pintura en los Estados Unidos. Pronto asimiló lo que aquella conservadora escuela podía enseñarle y decidió viajar a Europa a fin de poder ampliar sus estudios de arte. El padre puso el grito en el cielo, de ideas victorianas, pensaba que los artistas, y más en Europa, llevaban una vida bohemia, alegre, disoluta y traqueteada; oponiéndose rotundamente a los planes de su hija. Pero la insistencia y el deseo ferviente de hacerse artista pintora, convencieron a su progenitor.

A los 23 años, Mary Estevenson Cassatt (Allegheny, Pennsylvania, 1844), se embarcó rumbo a Italia, acompañada de su madre. Estudiando y copiando a los maestros italianos, fue adquiriendo calidad en sus pinturas. Pero como todos los artistas de este tiempo, se trasladó a París, presentó un cuadro en la Exposición Anual y fue admitido. La vida parisina y las fuentes inagotables de inspiración en esta ciudad, la retuvieron 23 años sin salir apenas de la capital francesa. Consiguió en sus cuadros un dibujo vigoroso gracias a la práctica del grabado en planchas metálica para aguafuertes, lo que le hizo ser la primera aguafuertista famosa. Conoció a Degas quien quedó admirado al contemplar unos de sus grabados y la invitó a formar parte del grupo de impresionistas, movimiento del cual él era una de las figuras más sobresalientes. Así, aquella muchacha de Filadelfia, que años antes había tenido la osadía de querer se pintora, poco corriente en aquellos tiempos, pasó a formar parte del grupo de artistas europeos mas avanzados de aquel tiempo. Pertenecer a los impresionistas, era exponerse a los mayores vituperios por parte de la censura, y más, siendo mujer.

A los 47 años, llevó a cabo su primera exposición individual. Coleccionistas franceses ya adquirían su obra; sin embargo, su familia desaprobaba sus cuadros; un retrato que hizo a su primo, lo guardaban, casi avergonzados, en un desván; hoy se encuentra en el Metropolitano de Nueva York. Regresó a su país por un tiempo para descansar la vista, muy afectada por el excesivo trabajo. La prensa local la recibió con esta bienvenida: «La señorita Cassatt ha regresado de Francia donde ha estudiado pintura, la hermana del director del Ferrocarril de Pensylvania, es la feliz poseedora del perro pequinés más pequeño del mundo». Volvió a Francia para seguir pintando y conservó la vista durante doce años más, aunque los últimos de su vida los pasó casi ciega.
Esta precursora del arte femenino, visitó España para estudiar los grandes maestros de nuestra pintura. En 1872, dejando Italia y antes de establecerse en París, visitó algunas ciudades, conociendo el ambiente artístico de la época y relacionándose con los artistas españoles Nonell y Regoyos.

La pintora impresionista, mantuvo la amistad de los pintores más notables de la época y permaneció soltera toda su vida, dedicada enteramente a su arte; murió en Chateau de Beau Fresne, cerca de París en 1926.