¿Es arte la fotografía?
Aquel hombre llegó al lugar, dejó dos grandes bultos en el suelo y comenzó a observar el paisaje con más atención que cualquier visitante; miraba en todas direcciones, sopesaba la luz del sol, colocaba las palmas de las manos separadas y paralelas, en vertical y horizontal, alternativamente, como si quisiera abarcar con ellas el paisaje. Cuando tuvo claro lo que quería, desplegó con parsimonia el pesado trípode de gruesos listones, colocó sobre éste su voluminosa cámara fotográfica de rojiza y lustrosa madera de caoba con refuerzos de latón pulido, enfocó aquel aparato que miraba con un solo ojo, cual Polifemo, a las impresionantes cortinas de agua y tomó una vista panorámica.
El fotógrafo se llamaba Fred Langenheim, tomó aquella foto de las cataratas del Niágara un día de julio de 1845. Varias copias circularon por Europa y fue la primera fotografía que adquirió fama internacional. Pero surgió una pregunta: ¿acaso era aquella foto una obra de arte? Y la misma se volvió a repetir cuando el gobierno de los Estados Unidos adquirió por 25.000 dólares dos mil fotos con escenas de la guerra civil norteamericana, llevadas a cabo por el fotógrafo Mateo Brady. Aquel conjunto de imágenes reflejaban una palpitante página de la historia, pero ¿podrían compararse con los grandes cuadros? En 1960, James Rorimer, director del Museo Metropolitano de Nueva York, afirmaba: “Cualquier estampa que excite las emociones puede ser obra de arte, ya sea producto del pintor, de un aguafuertista o de un fotógrafo”. Para ilustrar su opinión, llevó a cabo una exposición de fotografías del español Ortiz Echagüe e intercaladas entre éstas, algunas aguafuertes de otro español, Goya. Muchos espectadores, observando unas y otras, no acertaban a decidir cuáles eran las de mayor impacto visual y expresivo.
Con frecuencia una fotografía induce a apreciar los cuadros con mayor agudeza. Irving Penn (Picasso posó para él), llevó a cabo composiciones fotográfica de los abedules reflejados en una laguna, comparables a los álamos ribereños realizados por Monet. Ambos artistas habían captado el mismo esplendor natural. Muchos fotógrafos han llegado a adquirir los mismos hábitos que los pintores. Monet repetía en sus cuadros los temas de su predilección: macizos de flores y estanques de lirios. Edward Steichen, decano que fue de los fotógrafos norteamericanos, enfocaba innumerables veces el mismo macizo que crecía frente a su ventana, fascinado por los distintos aspectos que revelaba al viento, al sol, bajo la lluvia, en el crepúsculo etc.
¿Las fotos con arte son casuales? Los artistas fotógrafos opinan que en ciertas ocasiones puede ser verdad, pero la mayor parte de los trabajos artísticos no suelen ser accidentales. El ojo experto del fotógrafo intuye el cuadro, lo estudia como el pintor estudia su modelo: diversos ángulos, distinta iluminación, composición, encuadre. Cuando al cabo de minutos, horas o quizás días, consigue lo que quiere, lo obtenido es el resultado de una preparación y esfuerzo inteligente, sopesado y meditado. Aconsejaba Erich Hartmann, famoso fotógrafo de actores, refiriéndose a los aficionados: “Hay que aprender a ver lo que haya de conmovedor, bello o trágico, en una escena, rostro o paisaje; lo mejor es comenzar buscando en las cosas sencillas, cotidianas, familiares… hasta en una hoja”.
Aquella pregunta de 1845 sobre arte fotográfico dejó de tener sentido, la fotografía se incluyó hace tiempo como una hermana más en el conjunto de las Bellas Artes.