La cabeza del papa

Se encontraba Miguel Ángel en Roma trabajando en las estatuas para la tumba del Papa Julio II cuando éste, a través de un emisario, le ordenaba dejar los trabajos de su mausoleo y trasladarse con la máxima presteza a Bolonia. Tras su llegada, el Pontífice, que había tomado la ciudad y expulsado a sus mandatarios, los Bentibogli, le encargó una escultura retrato en su memoria.
El divino, se puso manos a la estatua y llevó a cabo un magnífico modelado en arcilla de cinco pies de altura (1,52 m. sentado), en el que reflejaba, a la perfección, el recio carácter del Papa que había posado durante varias sesiones. Es de resaltar que Miguel Ángel era enemigo de los trabajos modelados en barro para su posterior fundición en bronce; siendo su material preferido el mármol de Carrara que él mismo seleccionaba con un conocimiento asombroso de este material. Pero quizás acuciado por las exigencias de Julio (la realización de una estatua de bronce, aún con sus múltiples, procesos, es más inmediata que una talla en mármol), se vio obligado a llevar a cabo la escultura retrato en metal.

Monumento a los donantes de sangre.Maqueta. Bronce  y granito. Lillo Galiani

Monumento a los donantes de sangre.Maqueta. Bronce y granito. Lillo Galiani

Cuando estuvo acabada en la fundición, el pintor y orfebre boloñés Francesco Raibolini, solicitó verla, pues sabía de la fama de el divino pero no conocía ninguna obra suya. Por algunas influencias se le concedió verla, antes de su presentación, en compañía de Francesco del Cossa (otro pintor), quedando maravillados del trabajo del escultor. Preguntó el terrible qué le parecía la escultura, a lo que Raibolini contestó que era un hermoso vaciado en bronce. Miguel Ángel entendió que elogiaba más el trabajo artesanal de la fundición que su arte y, colérico, le espetó : “ Os podéis ir a un burdel tú y Cossa, que en arte sois dos solemnes burros”.
También fue a ver la estatua la Señoría de Bolonia con el Papa; al contemplarla, el primero dijo que era magnífica y terrible. Otros señores presentes opinaron que por su aspecto amenazante, más parecía hecha para la maldición que para la bendición. Al escultor le hizo gracia aquella observación y contestó riendo que, efectivamente, la había hecho para la maldición; cosa que no gustó a los boloñeses pero sí al Papa que le entregó 300 escudos más de lo estipulado por el trabajo.
Fue colocada en el portal de San Petronio, en la basílica de este nombre, en 1508. Tres años más tarde, lo seguidores de Giovanni Bentibogli, destrozaron la estatua y vendieron el bronce al Duque de Ferrara que fundió con los trozos una pieza de artillería llamada La Giulia. Según Vassari, pintor, amigo y biógrafo de Miguel Ángel, la broncínea cabeza la conservó el duque. Pero hasta hoy, de la testa papal no se sabe nada, desapareciendo, quizás, el único trabajo en bronce de Miguel Ángel.