Los señores del miedo

Gargolilla. bronce Lillo Galiani

Gargolilla.
bronce
Lillo Galiani

Vigilan de día y en la oscuridad, sin tregua ni descanso, desde sus pétreas y encumbradas atalayas, nada escapa a sus escrutadoras miradas. Dicen que en las noches tormentosas, entre el ulular del viento y el chasquido del trueno, se oyen sus graznidos y horrísonos gritos; con la claridad de los relámpagos, sus ojos brillan y lanzan destellos que causan espanto a quienes las contemplan. Con su mirada amenazadora parecen prestas, cual resortes comprimidos, a lanzarse en rápido vuelo impulsadas por sus alas membranosas, contra algún desdichado y despedazarlo entre sus afiladas garras, para después devorarlos con sus cavernosas y bien armadas fauces.
Orejas puntiagudas, ojos desorbitados, enormes y retorcidos rabos de látigo, dientes de cuchillo, luengas lenguas, curvos espinazos, cabezas humanas con muecas horribles injertadas en cuerpos de animal o viceversa. Son algunas de las características de estos seres infernales que parecen haber quedados fulminados y convertidos en piedra por la mirada terrorífica de la Gorgona.
Son las esfinges, basiliscos, hipogrifos, quimeras, dragones, arpías mantícoras y otros seres nacidos de la desbordada y exuberante imaginación humana. Vigentes en diferentes culturas y épocas, compiladas en los llamados bestiarios muy populares en los siglos XII y XIII pero con vigencia muy anterior. Mas cerca a nosotros Jorge Luis Borjes y Margarita guerrero, publicaron El libro de los seres imaginarios, una especie de bestiario moderno. Y Quién no conoce, ampliado por la magia del cine, El señor de los anillos; Tolkien se inspiró en toda esta caterva de seres fantásticos para llevar a cabo su celebérrima trilogía.
Pero fueron lo artistas medievales los que, de manera magistral, dieron corporeidad en piedra a estos seres dotándolos, si no de vida, al menos de expresiones extraordinarias e intimidatorias para la superstición de aquellos tiempos. Dicen unos que aquellos demonios colocados en las catedrales e iglesias, ahuyentaban a los maléficos espíritus. Otros, que los seres infernales huían de las moradas de Dios.
De todos estos monstruos, las gárgolas son las más comunes. Cumplían la doble misión intimidatoria y funcional. Estas esculturas de piedra, muy salientes de los muros, tienen un canal, no visible, tallado en el dorso por el que discurre el agua de lluvia que sale por la boca de las mismas, cumpliendo la función, como elemento arquitectónico, de caño. El agua en su salida emite un sonido característico de gorgoteo o de hacer gárgaras, en francés “gargouille” y de éste: GÁRGOLA