Vitrales

Vitrales
Joyas que cobran vida al incidir sobre ellas la luz solar, sin la cual no tendrían razón de ser, observándolas desde la penumbra interior de un templo; una sinfonía multicolor de tonos brillantes como esmeraldas, rubíes y topacios; muros translúcidos, lienzos singulares que tamizan la luz blanca convirtiéndola en un torrente de luminosa policromía. Estos vitrales siguen admirándose en Burgos, Colonia, París, Chartres, Reims, Milán; por citar algunas de las decenas y decenas de catedrales repartidas en ciudades históricas de la vieja Europa.

Sería innecesario remontarse a los ancestros del vidrio, material insoslayable en este arte, para hablar del vitral. Al parecer fueron los bizantinos quienes lo inventaron y pronto se convirtió en una forma de expresión artística medieval en Occidente. Fue a principios del siglo XI cuando apareció por primera vez en Augsburgo, Alemania. Hacia el año 1100, Francia era la principal exponente de este arte, introduciéndose en Inglaterra a mediados del XII. Estos paneles luminosos eran una Biblia en imágenes, muy didácticos para la mayoría de las gentes medievales que no sabían leer. En tiempos más cercanos, finales del XIX y principios del XX, el “Art nouveau” llevó a cabo hermosos vitrales de formas ondulantes y sinuosas, fuera del ámbito religioso y preferentemente en arquitectura civil. Actualmente algunos trabajos están presentes, con diversidad temática, en edificios oficiales, entidades o empresas privadas, heráldica y en domicilios particulares si el gusto y el bolsillo lo permiten; aunque una pequeña vidriera en una puerta, ojo de buey etc. es perfectamente asequible. Nuestra casa consistorial exhibe un hermoso vitral sobre el descanso de la escalera.

La materia prima para este trabajo está especialmente fabricada para tal fin; el vidrio coloreado puede obtenerse de dos maneras: añadiendo óxidos metálicos a la masa de vidrio fundido, con lo que se consigue teñirlo por completo, o coloreando por distintos medios el vidrio incoloro y tras una cocción entre setecientos y ochocientos grados; esta delgada capa queda vitrificada y fundida al vidrio base. El primer sistema se llama “pot metal” y el segundo “flashed”(vidrio cubierto por una película de color). La segunda opción permite al artista, mediante la mezcla de los colores vitrificables, conseguir profundidad, sombras, volúmenes, degradados y todos los aspectos concernientes a una verdadera pintura.

El primer paso para la realización de un trabajo requiere un pequeño boceto de lo que se va a llevar a cabo; depurada la idea, se amplía en papel a escala 1:1, es decir, a tamaño natural y se colorea con los tonos aproximados a los colores definitivos. Sobre este dibujo, se cortan y colocan las porciones de vidrio. En el siguiente paso las superficies incoloras son tratadas pictóricamente con ácidos, esmaltes o grisallas. Estas piezas, tras el paso por el horno, vuelven a recomponerse en la mesa de trabajo. La denominación de “vidrieras emplomadas”se debe a que las piezas vítreas se unen entre sí mediante junquillos de plomo, para lo cual tienen un doble canal en forma de “H”;los extremos de estos junquillos se van soldando con estaño. Una vez terminado el trabajo, se refuerza con marcos de hierro y barras del mismo material, repartidas horizontalmente y en consonancia con el tamaño del vitral.

Para la realización de vitrales de hormigón (más económicos), los vidrios, coloreados en su masa, tienen un grosor de 25mm; se cortan con discos de diamante y en los espacios entre piezas, se insertan alambres de acero y se rellenan con hormigón blanco o gris.