Pintura popular norteamericana

Edward Hicks tuvo que aguantar a lo largo de su vida la sonrisa indulgente de los “iluminados” y “entendidos” presuntuosos conocedores de la buena pintura. El artista (1780, Langhorne – 1849, Newtow, Pennsylvania) se enfrentó desde muy pequeño a la adversidad; al poco tiempo de nacer, perdió a su madre y su padre se arruinó. De los tres a los trece años entró al servicio de un granjero que lo educó en el trabajo riguroso. Por fortuna, la bondadosa señora de la casa, al acabar las duras jornadas de trabajo, le enseñaba las primeras letras. Cuando fue mayor, se hizo pintor de carruajes, letreros, casas, adornos para las chimeneas, establos y todo lo que fuera necesario para ganar honradamente unos dólares. Fue un convencido cuáquero y durante un tiempo se dedicó a predicar el evangelio.Viajaba a caballo de población en población; donde no había iglesia, predicaba en la escuela, en un establo o bajo un frondoso roble. Como nunca quiso aceptar dinero por su prédica, realizaba cualquier trabajo que se le ofreciese para costear sus gastos. Fue muy querido y respetado por cuantos le rodeaban.

Alternando su trabajo de pintor artesano, se daba por satisfecho cuando vendía algún cuadro a bajo precio, hoy en colecciones particulares y museos. La realidad y sencillez de sus lienzos, los convierten en obras maestras del arte folclórico americano. En la edad madura, comenzó a pintar por simple placer. Su tema preferido fue “El reino de la paz” del libro de Isaías, y describió en sus lienzos las palabras del profeta: «El león y la oveja yacerán juntos». Pinta toda clase carnívoros confraternizando con herbívoros y niños, todos en completa, apacible y paradisíaca armonía. Realizó más de ochenta cuadros con la misma temática, incluyendo siempre los animales mencionados en el libro profético. Hiks molía y mezclaba personalmente los colores que utilizaba, por lo que sus cuadros han resistido la acción destructora de los años. Fue autodidacta, como no tenía medios para pagar sus clases, aprendió a pintar él solo, del natural y de ilustraciones ajenas. Sus cuadros desprenden ingenuidad y dulzura, fiel reflejo de su carácter apacible.

Siendo muy mayor, pintó “La residencia de David Twining en 1787” (Abby A. Rockefeller Folk art Collection), en este cuadro describe el patio, el granero y los animales de esta granja; recordando los años felices de su niñez campesina. En esta etapa, su trabajo alcanzó gran calidad, sus cuadros tenían una gran demanda pero nunca ambicionó la fama ni se desprendió de su humildad. Si en sus comienzos pintaba un cuadro intercalado entre sus carteles e indicadores de caminos, ahora no despreciaba el pintar un rótulo entre sus solicitados lienzos. Edward Hicks está considerado actualmente como el mejor de los pintores populares estadounidenses.