Dijo no al presidente

Estaba, a la sazón, el carismático y dramáticamente desaparecido Presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, despachando con su secretario. Comentaban quiénes y cuántas personas deberían asistir a la ceremonia de toma de posesión de su cargo como presidente de la nación. En la larga lista, se incluía un corto número de personajes distinguidos en el mundo de las artes plásticas. Entre ellos se encontraba el pintor Andrew Wyeth.

El mismo día en que debía patir para asistir a la ceremonia, el pintor estaba enfrascado en los prolegómenos de un nuevo cuadro; el tema del mismo era un ciervo colgado frente a la puerta de una casa en un campo nevado. Para Wyeth, la primera etapa en la composición de una obra es de suma importancia y tan decisiva que, en el último momento, declinó la invitación. El pintor no era hombre inclinado a alejarse de su estudio y de su hogar por motivo alguno, para él la invitación de un futuro presidente, tenía menos importancia que los inicios de un trabajo. Además pensó que nadie le echaría de menos si no asistía, aunque por aquél entonces, Wyeth era un prestigioso pintor realista, reconocido y cotizado dentro y fuera del país.Vivía en la aldea de Chadds Ford, Pennsylvania (lugar de su nacimiento el 17 de Julio de 1.917) con una población de 350 habitantes. Había comprado un vetusto y derruido molino (donde se molturó trigo para las tropas de Jorge Wasington) incluido el granero y la casa; restauró todo y allí tiene vivienda y estudio. Para veranear, el artista, su esposa y dos hijos, se trasladaban a Cushing (Maine) pueblecito de 480 habitantes.

Pasado un año de haber recibido la invitación presidencial, olvidado este hecho y mientras pintaba en su estudio, Betsey, su mujer, le entrega una carta con remite de la presidencia de gobierno; Wyeth comienza a abrir el sobre con una parsimonia exasperante, lee el contenido y le devuelve la carta a su mujer para que la lea. En la misiva, el presidente ¡le invitaba de nuevo a visitar la Casa Blanca!. Naturalmente en esta ocasión, no tuvo más remedio que asistir. A su llegada, John Fitzgerald se dirigió hacia él, lejos de estar molesto, le saludó efusivamente mientras comentaba: «Me alegré de verdad de que se aplicase en ese cuadro por aquellos días» -el presidente había visto varias fotografías de la obra en cuestión- «Los resultados bien valieron la pena». Pero el motivo por el que se le requería, no solo era visitar la residencia presidencial; el máximo dirigente le haría entrega de la “Medalla Presidencial de la Libertad”, primer pintor de aquella nación, condecorado con esta distinción.

Andrew Wyeth nació en el año y lugar ya aludidos, el menor de cinco hermanos e hijo de un conocidísimo ilustrador. El anciano pintor (nonagenario este año y poseedor entre otras distinciones, de la “Medalla de Oro del Congreso”) aún vive en los pueblecitos ya mencionados, pintando el pequeño mundo de su entorno. No hace mucho comentaba: «Aún no he penetrado hasta las profundidades de cuanto me rodea, ¿porqué no he de permanecer en un mismo sitio y ahondar en él un poco más? ».